Ya había cierta ansiedad por comprobar si Gwenno sería capaz de dar el salto de calidad que la aupara al pelotón delantero de figuras del art pop barroco de nuestros días como la gran Julia Holter. A pesar de no cumplir tales expectativas con “Tresor”, se queda muy cerca de dicho objetivo.
Uno de los aspectos más destacables que podemos ratificar en su nuevo LP es el magnetismo etéreo de la galesa: en este trabajo es capaz de moverse como pez en el agua a través de una serie de referencias, repartidas entre la propia Holter, Cate Le Bon y una especie de mutación folclórica de Björk. Desde luego, entrar en el universo confeccionado para la ocasión demuestra que quien fuera voz de The Pipettes está más que preparada para deleites más exóticos que los típicamente indie pop facturados por su anterior banda.
Sin duda, uno de los factores que ayudan a ampliar la sensación es su uso etéreo del gaélico, a través del cual teje la enredadera vocal que inunda cada una de las diez representaciones psych-folk que componen este álbum. Uno, por cierto, colindante con los postulados hipnagógicos abanderados por formaciones retro sci-fi pop como Vanishing Twin, The Soundcarriers o los portugueses Beautify Junkyards, aunque también tiende puentes con traviesas alquimistas del pop pastoral como las primeras Let’s Eat Grandma. Dicha deriva experimental la podemos rastrear más fuertemente en el krautpop desplegado a lo largo de los siete minutos de la embrujada “Ardamm”, pero también en la disposición ornamental aplicada a lo largo de todo el recorrido, con momentos tan relevantes como el tema que da título al álbum. De hecho, la atmósfera hechizada que exhalan ejemplos como los citados y cortes con el borrado temporal en su ADN como “Kan Me” o “Anima” subrayan la liturgia de una Gales mitológica, tan fabulosamente pregonada en los 90 por grupos como Gorky’s Zygotic Mynci.
Abrazar sus orígenes hasta tiempos ciertamente pretéritos responde a la voluntad de Gwenno Saunders de traspasarlos a su hijo, y celebrar su reciente maternidad, mediante una prueba física de los mismos.
El aura tan característica que sobrevuela en todo momento proviene de un trabajo concienzudo de producción donde la floritura analógica cobra dimensiones de pura abstracción en “Keltek”, en la que conecta directamente con la liturgia kosmische alemana de la primera mitad de los años 70. Dicha sensación cobra renovados matices druidas en la inquietante, y sinuosa, atmósfera ingrávida destilada en “Tonnow”.
Finalmente, los diferentes puntos de amarre que conforman el ABC de esta experiencia, de indudable concreción geográfica, reflejan un equilibrio esencial entre la deriva quimérica de su lugar de procedencia y cierta mentalidad inquieta por ahondar en los desvíos más heterodoxos de toda manifestación pop cósmica surgida de otros géneros, ya sea el krautrock, el minimalismo o la manifestación psicodélica del barroquismo. Por todo ello, y el sobresaliente peso compositivo de estas canciones, “Tresor” no deja de pertenecer a esa clase de LPs nacidos para perdurar más allá de la fugacidad a la que nos ha acostumbrado el consumo voraz musical por algoritmos. ∎
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