Imagínate que eres una de las lideresas de esta nueva avanzadilla de jóvenes estrellas pop que hablan sin tapujos sobre lo hechas mierda que están, sobre sus problemas con el amor y la salud mental, y con ya poco que demostrar salvo ese habitual disco de madurez/consagración que muchas ansían. Imagínate también que te pirra todo lo relacionado con los 90, que de joven tenías la pared de la habitación en casa de tus padres llena de pósteres de Alanis Morissette, Avril Lavigne o Marilyn Manson (aunque ahora, obviamente, en un gesto de sororidad, hayas cancelado a este último). Pues, vaya, puestos a llevar tu sonido al siguiente nivel, a buscar una atmósfera cinematográfica y una producción no terrorífica pero sí perturbadora, ¿por qué no probar con llamar a Trent Reznor de Nine Inch Nails? Total, el no ya lo tienes.
Y el instinto de Halsey no iba desencaminado, porque lo primero que recibió del tótem industrial fue precisamente una negativa, un “tus canciones ya son lo suficientemente buenas como para necesitar nuestra ayuda”. Sin embargo, tras reflexionar sobre mucha de la música moderna de hoy, y sobre cómo esta demanda al oyente que no preste atención, Reznor se dio cuenta de que las composiciones de Halsey merecían mucho más que perderse en el océano de las listas de plataformas de streaming, pero le aseguró que para trabajar con él debía aceptar las “realmente extrañas elecciones” que sin duda tomaría. La diva americana, que de tomar riesgos sabe un rato largo, le dio carta blanca.
Así salió este “If I Can’t Have Love, I Want Power”, un título perfecto si sirve como secuela directa de su anterior álbum, el disco de ruptura “Manic” (2020). Inicialmente, Halsey quiso hacer un trabajo conceptual “sobre las alegrías y horrores del embarazo y el alumbramiento”, con una portada de estética renacentista y juegodetronesca que refleja la dicotomía sobre la Virgen María y la puta. Es, con todo, mucho más que eso: un trabajo sobre el papel de la mujer en la industria del entretenimiento, una crítica sobre su carácter desechable, una exhibición de falta de autoestima y ganas de autodestrucción hecha desde el más enorme de los talentos.
Sin singles de adelanto, sin featurings de postín (aunque en la hoja de créditos aparecen héroes alternativos como The Bug, Karriem Higgins, Dave Sitek, Dave Grohl...), con presentaciones en IMAX, teasers de fantasía y abundantes sorpresas cada vez que salta una nueva canción, “If I Can’t Have Love, I Want Power” es todo lo que no te esperarías de un disco mainstream. Y, sin embargo, no podía encajar mejor en el actual ecosistema de estrellas pop haciendo lo que les da la puta gana (hola, Taylor Swift, Lorde, Miley Cyrus, Olivia Rodrigo…) al margen de la saturada turba de rap/R&B/reguetón.
Siempre sostenido por un andamiaje fantasmagórico que es purito Trent Reznor –“Easier Than Lying” es el trallazo rock hermano mellizo de “The Downward Spiral” (1994) que no te esperabas de una diva pop–, Halsey se permite en “Lilith” dejarnos imaginar a qué hubiesen sonado unos Portishead más ambiciosos en lo comercial. También se permite coquetear con la obsesión folk actual de muchas de las divas anteriormente mencionadas con la ayuda a la guitarra del ya ex Fleetwood Mac Lindsey Buckingham en “Darling”, así como dar a How To Destroy Angels la vocalista que merecían en el tema titular. Y, en “Honey”, se disfraza de una Avril Lavigne obsesionada con Interpol, por loco que suene eso. Cuesta verle un enorme recorrido comercial a “If I Can’t Have Love, I Want Power” –aunque, de momento, debutó en el número 2 del Billboard–, pero, a base de experimentar y de hacer lo que le da la real gana, Halsey ya tiene ese disco que afianza su credibilidad en el tinglado. ∎
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