Sin prisa pero sin pausa, la que un día conocimos como “hermana pequeña de Peter Broderick” se ha ido construyendo una discografía propia mayor, empezando por el medio agreste “From The Ground” (2009) y pasando por el ensoñador “Glider” (2015) y el majestuoso “Invitation” (2019) hasta llegar a este nada desdeñable “Labyrinth”, precedido el año pasado por el disco instrumental para chelo “Domes”.
Como muchos otros artistas, Heather Woods Broderick aprovechó la pandemia no solo para hacer cómputo de su existencia, como la gente de a pie, sino también para poner en cuestión sus procesos creativos y encarar un proceso de depuración. De ahí surge la engañosa simplicidad de un “Labyrinth” de pocos pero bien hilvanados elementos, en el que su voz suena más clara que nunca. La depuración también debía ser espiritual, y, en lugar de dejarse llevar por el desencanto, Broderick propugna aquí una forma saludable de encarar la vida moderna: asumir que el cambio será constante, e incluso disfrutar de ello antes que verlo como un problema.
Grabado casi por entero por ella misma, “Labyrinth” es un ejercicio de (auto)terapia existencial con banda sonora (mucho) más allá del folk con el que más asociamos a su autora. Después de la desnuda balada pianística “As I Left”, sobre lo que significa ser una artista en la carretera, “I Want To Go” introduce ya un beat rotundo y ráfagas de distorsión, además de, la sangre tira, los violines de su hermano Peter Broderick. Justo después, “Admiration” hipnotiza con su ambiente inicial de balada nocturna estilo Phil Collins y unas guitarras más bien Beach House en el estribillo; el cruce de posibles influencias funciona. “Crashing Against The Sun” (bastante M83) o, algo más adelante, la extremadamente pop “Seemed A River” se nutren de las grandiosas baterías con eco de los ochenta. Un poco como Sharon Van Etten, de la que fue corista, Broderick ha pasado de la intimidad folk al abrazo personal de la épica de estadio.
Junto a otros cortes también grandes (y elocuentes) como “Blood Run Through Me”, en el que aportan voces Lisa Hannigan y el coproductor D. James Goodwin, o una intensa “Wherever I Go” con guitarras tomadas prestadas de Fleetwood Mac, encontramos cortes más desnudos como “Wandering” y “Tiny Receptors”, en los que piano y guitarra acústica son, respectivamente, los grandes protagonistas. También baja en revoluciones es la final “What Does Love Care”, fantasía sobre un mundo menos marcado (por fin) por el impacto humano, de “verdes más verdes de lo que jamás hayamos visto”.
En la filosofía de Broderick, asumir el cambio no significa aceptarlo, sino mejorar los reflejos y entender que habrá que hacer evolucionar las estrategias de supervivencia (personal o global) casi a cada momento. “Estoy rendida / Demasiado soñar con otra vida”, canta en la citada “Blood Run Through Me”, claramente consciente de que lo importante es despertarse en la que ya tenemos, que no, no es ninguna tontería de vida. ∎
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