Después de un par de interesantes discos entre art-pop e indie rock, el anguloso “Shapeshifter” (2016) y el más estilizado “Crush Crusher” (2018), Jillian Medford encuentra una versión inesperadamente expresiva de su ideal musical en “Show Me How You Disappear”, la clase de álbum que cuesta escuchar sin sentirse un poco intruso, como si estuvieras poniendo la oreja en una sesión de terapia ajena.

Muchos temas del disco nacieron, al parecer, de un programa terapéutico al que Medford se sometió para aliviar y controlar su ansiedad aguda. Allí aprendió el poder del mantra, la forma que acabaron tomando muchos estribillos del álbum, como el tan explícito de “Get Better” (“I wanna get better, better, better”), o desarrolló ejercicios diarísticos luego convertidos en material lírico de aire catártico. En el estribillo de la espléndida “Dirt”, escribe sobre estar “respirando por primera vez” tras demasiado tiempo “debajo del agua”.

Donde IAN SWEET parece estar ahora es flotando en el espacio. Con ayuda de Andrew Sarlo (Big Thief) o Andy Seltzer (Maggie Rogers) en la producción y con mezcla de Chris Coady (Beach House), Medford diseña entornos sónicos de mayor espaciosidad y cosmicidad que nunca, guiñando el ojo a veces, sin dejar de sonar indie, a la Big Music de sus queridos Coldplay. Escúchense los estribillos de la preciosa “Sing Till I Cry”, que no cuesta imaginar convertida en sleeper de Primavera Sound 2022.

No es el único hit (ruidoso, visceral e imprevisible) de este disco de introspección, catarsis y comienzo de curación o, como mínimo, indulto a uno mismo: tanto la perfección shoegaze-pop de “Drink The Lake” (“empezaré a decir tu nombre al revés / para poder olvidarlo”) como la contagiosidad funk de “Sword” son innegables. Medford no parece querer aprender a desaparecer, como insinúa con ese título de álbum, sino a dejarse ver sin miedo, a dar elegantes puñetazos sobre la mesa y demostrar lo que vale. ∎