En la fuente inagotable de la música malí figuran grandes nombres, como Salif Keita, Ali Farka Touré o Toumani Diabaté, y también otros que no han superado la condición de músicos de culto. En esta categoría se encuentra el veterano Idrissa Soumaoro (1943), cantante, compositor, guitarrista y virtuoso del kamele n’goni, además de maestro que ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza. Ese es quizá el motivo por el que solo haya editado tres álbumes, todos ellos joyas de esa música de Malí que conecta a trovadores como Boubacar Traoré con las orquestas de influencias cubanas, pasando por el blues rural que conoce de primera mano, ya que nació en el poblado de Ouélessébougou, cerca de Bamako, donde pasaba las vacaciones, y acabó por entrar en 1968 en el Institut National des Arts. Es en esta época cuando escribe y publica la canción “Petit imprudent”, que, pirateada y transformada en “Ancien combattant” por el congoleño Zao, será en 1984 un gran éxito de la world music.
Tras sus estudios se instala en la ciudad de Diré, a la que homenajea en su nuevo disco, donde pasó los años más felices de su vida. A orillas del Níger y cerca de Tombuctú se dedica a la enseñanza, sin descuidar la faceta musical. Así tiene tiempo de formar parte de Les Ambassadeurs du Motel de Bamako, un cosmopolita supergrupo de los años setenta que incluía a Kanté Manfila, director musical y guitarra solista, y a Salif Keita a la voz, y él al órgano, balafón y también como cantante ocasional. Los volúmenes de “Les Ambassadeurs du Motel de Bamako” son dos joyas ineludibles, publicadas por Sonafric en 1977, luego reeditadas por Syllart-Sterns y ahora disponibles en streaming.
Su encuentro con Amadou Bagayoko (Amadou & Mariam) le hace interesarse por los problemas de los invidentes. Así se convierte en el impulsor de las orquestas Eclipse y Miriya, integradas por músicos y cantantes ciegos. Con Eclipse grabó en 1978 un magnífico rare groove, el álbum “Le Tioko-Tioko”, acreditado a I. Soumaoro et l’Eclipse de l’I.J.E. y reeditado en 2022 por el sello británico Mr. Bongo. Fue grabado en Radio Mali bajo la supervisión de Boubacar Traoré y hasta ahora era una rareza total, ya que originalmente fue editado por Eterna, el sello oficial de la República Democrática Alemana, solo para ser distribuido entre los miembros de la Union Malienne des Aveugles. Disponible en streaming, es un logrado ejemplo de la música de la edad de oro malí, con hipnóticos coros, fraseos de órgano y un tono progresivo en temas como “Nissodia”.
Esta labor hace que consiga en 1984 una beca que le permite estudiar musicología braille en la Universidad de Birmingham. Tras su vuelta a Malí se convierte en Inspector General de Música del Ministerio de Educación, un puesto que ocupó hasta su retiro en 2011 y que le valió recibir la condecoración de Caballero de la Orden Nacional de Malí.
El primer álbum, “Köte” (2003), lo edita Ibrahima Sylla en su mítico sello Syllart. Es un delicado trabajo en el que prima el lado folk y blues, con profusión de guitarra acústica, acordeón, armónica y flauta. Incluye también el sabroso tumbao de “Cherie” y “Gni djougou”, la sentida “Safi”, dedicada a su hija fallecida, o la balada “Nostalgia”, dejando claro que es un cantautor mayúsculo, una especie de Ted Hawkins africano. Su segundo álbum, “Djitoumou” (2010), es más sofisticado y eléctrico, con el trance africano de la inicial “Aou bè di?”, el afro-country-blues “Sigui ka fô”, un “Né ni musiki” teñido de rumba congoleña, con la guitarra de Papa Noel, o la significativa “Bèrèbèrè”, adentrándose en el blues mandé de la mano del mismísimo Ali Farka Touré. Por no hablar del himno feminista con tumbao “Femmes, je vous salue”, junto a Kandia Kouyaté.
Esto, más que reseña de disco, se ha convertido en una hagiografía, pero era necesaria para comprender la propuesta de “Diré”, un disco sofisticado y cocinado a fuego lento hasta dejar en su punto la mezcla entre música inspirada por los cazadores donso y todo el bagaje adquirido con los años. Lo empezó a grabar en 2012 en Bamako, supervisado por Marc Antoine “Marko” Moreau, entonces productor y mánager de Amadou & Mariam. Su repentino fallecimiento entorpeció un proyecto aplazado de nuevo por la pandemia. El disco se terminó en Francia gracias a la ayuda de la Climax Orquestra, un colectivo dirigido por Ybo Abadi y Yao Dembélé, la sección rítmica de Amadou & Mariam. Y lo edita Mieruba, un sello independiente de Segú, la cuna del blues malí, demostrando que a pesar de los graves problemas del país aún disponen de canales de producción y distribución musical propios. El esfuerzo ha valido la pena porque estamos ante un gran disco, profundo y lleno de canciones vividas, como los seis minutos de la inicial “Diré taga” (“Yendo a Diré”), una ciudad que le evoca profundas emociones en un lamento nostálgico, de voz grave y ambientación de percusiones y guitarras desérticas, que evoluciona del tono mourning hacia un concepto más pop, con exquisitos y elaborados dibujos de órgano y sensual línea de bajo, todo cortesía de un sembrado Yao Dembélé.
Pero la belleza y la paz de antaño han quedado eclipsadas por la violenta inestabilidad actual, algo que lo lleva a clamar “sin esperanza no hay vida” en la desconsolada “Sababou”, flotando de nuevo sobre un órgano de resonancias espirituales que a la vez aporta cadencia bailable. El órgano, de aromas sixties y que alguien ha comparado con Brian Auger, se convierte en el instrumento más destacado del sonido. Como cuando contribuye a dar tono progresivo a la intensidad eléctrica que fluye por el afro-rock de “Kalata”.
Lo más rítmico lo deja para el cierre, “Yélé”, con determinante featuring de Amadou Bagayoko, cuya guitarra refuerza el tono afro-funk de unos arreglos que también dan gran protagonismo a coros y djembé. Un contraste absoluto ofrece “I djidja”, con la clave cubana por bandera y una africanidad que conecta con los aromas vintage de la rumba de la Orquestra Baobab o Les Bantous de la Capitale. La salsa es una de sus muchas influencias, aunque confiesa que su inspiración la procesa a través del donso n’goni o kamele n’goni, un instrumento pentatónico de cuerda fundamental en la cultura mandinga; igual que la calabaza y la flauta, conduciendo “Kassi” hacia un emotivo blues del desierto que también incorpora guitarra eléctrica y esponjoso órgano.
Por encima de todo brilla su voz de barítono, llena de gran jondura en un “Bi fourou” al que los arreglos de teclado otorgan halo pop. En cambio, en “N’den tedi” son los kamele n’gonis los que se adueñan de la melodía, proporcionando un groove que junto a voz y percusiones convierten la canción en un precioso artefacto, bailable y pegadizo. Otra canción irresistible es “Don’t Worry”, con protagonismo de un balafón que pone calidez de madera y tintes minimalistas a un trance repetitivo. Y el lamento de “Sally”, entre el folk y el blues mandé, rubrica su maestría como un cantante y compositor que sabe ir de la tribu a los sonidos cosmopolitas. ∎
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