Casi lo primero que llama la atención de “MERCY”, que sería el decimosexto álbum de John Cale si exceptuamos sus discos con The Velvet Underground, colaboraciones, bandas sonoras y “M:FANS” (2016), la más o menos reciente revisión de su clásico “Music For A New Society” (1982), es la voz de su autor: suena prácticamente igual que hace 50 años cuando se puso a componer canciones. Sutil arreglista, productor y diseñador de sonidos educados en el dodecafonismo, las teorías de John Cage o el drone de La Monte Young, Cale se empeñó rápidamente en combatir, entre otras motivaciones mucho más edificantes, el escepticismo de Lou Reed, de tal forma que su carrera ha pivotado entre esas dos facetas, ambas desarrolladas con notable éxito artístico. Lo que no sorprende tanto es el esfuerzo de este extraño músico galés en no repetirse, siempre mirando alrededor –el hip hop o la electrónica contemporánea– y hacia adelante. “MERCY” es todo esto en nocturna sintonía con los tiempos que corren.
A punto de batir a Leonard Cohen, quien publicó “You Want It Darker” en 2016 con 82 primaveras, por apenas un año, John Cale se suma a la lista honorífica de octogenarios con impulso creativo una vez superada de largo la edad de jubilación. Su brillante nuevo álbum, en el que ha estado trabajando dos años y medio, mira de lejos a sus dos discos anteriores. Además de ser cronológicamente obvio, lo hace en términos de calidad respecto al más rockero “Black Acetate” (2005), y de evolución si escuchamos “Shifty Aventures In Nookie Wood” (2012). Hace tiempo que Cale parte de los ritmos a la hora de componer, pero ni el influjo de este método ni las abstracciones y estéticas lynchianas que emplea hacen de “MERCY” un disco arisco o antipático.
Por su lado, las letras de Cale, siempre abiertas a la interpretación, también saben virar de lo gótico a lo luminoso: “STORY OF BLOOD” –donde cuenta con la participación de Natalie Mering aka Weyes Blood–, por ejemplo, parece celebrar la vida a pesar de sus disonancias, “NOISE OF YOU” es el recuerdo de nuestros seres queridos, y la sedosa “MERCY” –esta vez junto a Laurel Halo– reclama compasión frente a la violencia circundante. La situación del mundo es el otro palo extramusical que inevitablemente ha inspirado a Cale. En la marcial “STANDING STEEL” introduce los coros del dúo norteamericano Sylvan Esso para dar cuenta del esplendor de Europa… de nuevo “hundiéndose en el barro”. Pero la actitud de “MERCY” no es militante frente a lo inevitable –el horror– y su denuncia política no es abiertamente ideológica. Paradoja solo posible para el arte que aspira a algo universal.
“MERCY” puede sonar por momentos crepuscular, pero Cale no ha perdido su sentido del humor. Una muestra de ello es la foto promocional donde sustituye el alzacuello barroco de su “época Warhol” por perlas a modo de collar canino. También llama al optimismo el hecho de que cuente con material para al menos dos álbumes más, según declaraciones a ‘The New York Times’, resultado del parón causado por otra potente fuente de inspiración: el COVID. La sensación recapitulativa o de epílogo no revive necesariamente en los cortes con nombre propio, una constante en todos sus discos, pero muy especiales en esta ocasión. Aparte de “MARYLIN MONROE’S LEGS (beauty elsewhere)” –Actress coproduce, pone sintetizadores y efectos en esta insólita balada–, Cale entrega las hipnóticas “MOONSTRUCK (Nico’s Song)” –también muy afectuosa– y “NIGHT CRAWLING”. Esta última rememora sus correrías nocturnas con David Bowie, otro tipo en constante movimiento, en el Nueva York de los años setenta (no se pierdan su colorido clip-cartoon).
Es la fuerza de la costumbre en John Cale, siempre centrífuga y disconforme, oscilando entre lo experimental y lo accesible, lo que le lleva a componer títulos como “THE LEGAL STATUS OF ICE” con The Fat White Family, de nuevo una colaboración tirando a intrascendente, como todas las mencionadas, y uno de esos títulos que se adhieren a la memoria; “EVERLASTING DAYS” –aquí se agencia a Animal Collective–, sobre el acechante peso del pasado, con suave tono oriental y un drum’n’bass al final; o “I KNOW YOU’RE HAPPY” –donde colaboran Tei Shi y Devonté Hynes–, que añade “when I’m sad” a su estribillo recordando al Morrissey lúcido de “We Hate It When Our Friends Become Successful”. Pero si de algo carece “MERCY” es de cinismo, y la postrera “OUT YOUR WINDOW” trata de salvarnos a todos del suicidio. Pero lo hace a base de piano percutante, la piedad de Cale en su más pura, idiosincrática forma. ∎
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