Álbum

Kanye West

DondaG.O.O.D. Music-Def Jam-Universal, 2021

06. 09. 2021

Antes incluso de darle el play a “Donda”, ya parecía que lo supiéramos todo del álbum. Habíamos sido partícipes de su fine-tuning en tiempo real: entradas y salidas de featurings, cambios en la masterización, incorporaciones y desapariciones instrumentales, etc…

Los 39 días de colapso de la atención a los que Kanye West nos había sometido habían convertido el décimo álbum de estudio del artista en “omnipresente”: un producto sagrado que a muchos de nosotros nos había devuelto la motivación por escuchar un nuevo lanzamiento, una sensación totalmente exterminada por la total accesibilidad en la era de los servicios de streaming.

Tres listening parties con tres puestas en escena diferentes aunque conectadas a nivel narrativo (con todos sus derivados: merchandising, streaming, rumores, noticias filtradas, etc.) habían servido para capitalizar y generar expectación ante la salida de un disco que ya se había convertido en un fenómeno, un “evento”, más que en una simple grabación.

Antes de comenzar a escuchar la voz de Syleena Johnson repitiendo el nombre de “Donda” como si de un instrumento de percusión o un latido se tratara, ya estábamos embrujados. Encantados por un “culto” posmoderno articulado por la figura de Kanye West y que tiene mucho que ver con el concepto de “religión”. La figura del Dios West, que analizamos en este artículo, y su credo han actuado como alucinógeno antes del consumo de este álbum.

El mantra inicial funciona para el artista como un llamamiento, propaganda sonora para introducir el nombre de su madre fallecida en la memoria colectiva. Al fin y al cabo, ¿qué mejor homenaje puede imaginar un evangelista como West que observar cómo el mundo entero desea propagar el nombre de “Donda” a través de internet y pelearse por llevar una de las camisetas con sus letras impresas a un precio de 200 dólares?

Nunca olvidaremos ese nombre. Tampoco los “milagros” que consigue West a través de “Donda”: la reconciliación con Jay-Z, anunciada en la segunda listening party, es uno de los más relevantes. Cuando oímos el primer espasmo de guitarra de “Jail”, nuestro nivel de sugestión ya es el adecuado para empezar a disfrutar un álbum que podríamos denominar “un disco de Iglesia”. Es algo más que un homenaje o un disco programado para ser reproducido (y “finalizado”) en un multifuneral retransmitido por Apple Music. Es un Disco de Salmos orquestado por West y en el que se integran gran parte de los elementos que componen esa Iglesia (en la que, por cierto, apenas hay mujeres): los colaboradores, los creyentes (nosotros), su equipo de producción y los productos sagrados alrededor suyo.

“Donda” podría ser visto como un panfleto sonoro de esta Iglesia, allí donde West se dedica a gestionar el talento de raperos tanto jóvenes como veteranos y a buscarles un espacio ad hoc mientras él, al margen de su labor como “director”, supone un lastre lírico e interpretativo. Un disco pensado para ser reproducido, dramatizado y editado en tiempo real, y que probablemente nunca sea representado en un concierto.

Tanto a nivel musical como lírico/interpretativo, “Donda” posee momentos brillantes a lo largo de sus casi dos horas de duración: el verso de Jay-Z en la mencionada “Jail” es decente; “Off The Grid” es suficientemente sustanciosa como para aparecer en RapCaviar; el verso de The Weeknd (originalmente escrito para Rihanna) en “Hurricane” es casi mejor que todo lo que contiene el reciente “Certified Lover Boy” de Drake; ideas como las que aparecen en “Tell The Vision”, “Pure Souls” o las dos partes de “Ok Ok” son capaces de recordarse pasada una semana desde la escucha.

Creo que precisamente es eso lo que hace relevante a un disco como “Donda”: ya sea por la sugestión o no, resulta en una colección de ideas que persisten en la memoria. Así como “Certified Lover Boy” se olvida tras dos horas debido a su mood perfectamente calibrado y a su monotonía, “Donda” es un espectáculo pensado para el entretenimiento. Es decir: la inconsistencia de la que hablan muchas reseñas es, bajo mi perspectiva, lo realmente interesante del último disco de Ye.

Grandilocuente, autoindulgente (como debe ser un disco destinado a extender la palabra de un credo y proyectar la personalidad de un artista que se cree un Dios), pero también asombrosamente minimalista y coherente a nivel musical. Apenas sin samples (el único claramente reconocible es el de “Believe What I Say”, con una muestra clásica de Lauryn Hill) y construyéndose sobre la fórmula del “menos es más”: órganos, pianos, sintetizadores, percusiones limpias y líneas de bajo prominentes son algunos de los elementos que centralizan el storytelling sonoro, gestionado de forma brillante por Mike Dean y su equipo.

Podría incluso verificar lo que un gran número de fans de Kanye West ha pensado pero no se ha atrevido a decir: “Donda” es, en muchos aspectos, mejor que “The Life Of Pablo” (2016). Si en aquel asistimos al comienzo de la relación con el góspel de Kanye West, en su nuevo disco observamos ese recurso integrado de la forma más coherente posible (“24”, homenaje a Kobe Bryant, o tracks como la “marcha espiritual” “Jesus Lord” y “New Again”). Si en “The Life Of Pablo” Kanye alteró el concepto de “álbum” editádolo en tiempo real, “Donda” ha llevado ese proceso a un nuevo nivel. En su antecesor “solamente” había buenas canciones, pero “Donda” son casi dos horas repletas de momentos relevantes.

Este es es un disco de espirituales reinventados en torno a la lamentación de un Kanye West (no por su madre fallecida, sino por él mismo) que se siente más que nunca en el centro de su propia religión; un disco en el que puede permitirse dar cobijo a los cancelados y deshabilitados (Chris Brown, Marylin Manson, DaBaby), perdonándolos bajo su regazo; un disco que importa no por el sustrato musical, sino por la proyección de una personalidad capaz de impactar en la cultura global como ninguna otra.

“Donda” es, esencialmente, una nueva colección de imágenes para el recuerdo en una era de contaminación de imágenes: es el disco que sonó inacabado cuando Kanye West ascendió a los cielos para reencontrarse simbólicamente con su madre, portando un chaleco antibalas con su nombre en el pecho. ∎

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