Aunque firmó un primer trabajo, “Mudanzas”, en 2015, Carmen Toledo comenzó realmente a encontrar su propio personaje y su visión creativa con “Este devenir” (2020). El disco que propulsó a Karmento fue, al tiempo, ejemplo paradigmático de un mundo artístico que, pese a su anclaje en lo neorrural –cada vez más en boga–, era absolutamente novedoso por aquí: el del sello El Tragaluz, con Vicente Navarro como su otro gran puntal.
Obviando el aluvión mediático de su paso por el Benidorm Fest (en realidad, una anécdota), “La serrana” supone la eclosión de Karmento como uno de los nombres clave de nuestro nuevo folk. Su universo es el de su pueblo –Bogarra, en la provincia de Albacete–, al que rinde nítido homenaje en el disco: pero, frente al realismo más crudo –que está presente en canciones como la magnífica “Viejos padres”–, ella aporta una idea de fantasía, como si fuese un David Bowie aterrizado desde el espacio exterior para reafirmar a las serranas que ella retrata, a las mujeres libres, a las que tildan de locas por no poder contener su talante artístico, incluso a las viejas que cotillean y miran por detrás de los visillos, en la alegría de vivir y en el goce.
Podría haber más drama, más conflicto (que lo hay, y también misterio, como en “Las cuentas”), pero Karmento prefiere ensalzar la positividad sin idealizar en exceso ni pecar de ingenua. Incluso en crónicas de desamores como en “Hay que soltar” o “Fangos” y en apologías del decrecimiento, del bajarse del tren de alta velocidad que es la vida contemporánea, como “Remanso”, hay un halo poético propio que quiebra con el lugar común. Y también brota un componente muy sexual en muchas de las imágenes, que crean una sugestiva identificación entre la naturaleza, el cuerpo y la vida que fluye. Eso lo manifiesta con una belleza inusitada en “El aguadero”, que, de momento, me parece la mejor canción de su repertorio: “Todo llega al mismo mar, y nace en la misma cueva / Me diluyo en la junta, de mi agua brota tierra / Como el río por mis piernas, corre el agua entre tus manos”.
El sonido, atención, no es tan vanguardista como podría aparentar. Todas las instrumentaciones son orgánicas, predominan la guitarra acústica y el charango, además de castañuelas, pianos, violines, trompetas…, y al tiempo juega con diferentes tradiciones: la canción de autor –no tan lejana de la practicada por su vecina Rozalén–, el spoken word con que se atreve en el inicio de “Fangos”, los verdiales que asaltan “La loca del pueblo” o el pasodoble en el que desemboca por sorpresa “Me dio pelusa”, con el concurso de la Banda Municipal de Bogarra. En “La serrana” hay mucho presente y en Karmento se atisba que todavía hay más futuro. ∎
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