Disco destacado

Kelela

RavenWarp-Music As Usual, 2023

10. 02. 2023

Bajo

Suscripción

En la mitología griega, un cuervo blanco delata a Coronis, la ninfa de la que estaba enamorado el dios Apolo, cuando ella lo engaña con un mortal de Tesalia. Preso de la cólera, Apolo mata a Coronis y escalda al ave, volviendo su plumaje completamente negro. Por extensión, la idea del cuervo como portador de malas noticias está profundamente arraigada en el inconsciente colectivo occidental. Su presencia en el cielo es siempre un mal presagio. Pero, a juzgar por los versos del tema que ha acabado por dar título a “Raven”, para Kelela Mizanekristos el cuervo no augura la desgracia, sino que simboliza la resiliencia y la resurrección.

Kelela ya estaba destinada a abrir camino hacia el R&B del futuro hace diez años, cuando irrumpió en escena con “Cut 4 Me” (2013), una mixtape en la que las filas de productores de los colectivos gemelos Fade To Mind y Night Slugs le sirvieron un arsenal de ritmos revestidos en teflón. FKA twigs y Solange trazaron sus trayectorias en paralelo y las tres demostraron desde el primer momento una visión artística total. Con twigs, Kelela compartía la pulsión hacia el riesgo, aventurándose a envolver sus voces en sonidos deformados, capaz de sortear ritmos atravesados en diagonal. A la hermana de Beyoncé la unió una amistad que acabó asociándolas creativamente, además del orgullo y la determinación con las que las dos reivindican el linaje cultural afroamericano.

La promesa de todo lo que presagiaba “Cut 4 Me” acabó cristalizando en el EP “Hallucinogen” (2015) y, sobre todo, en “Take Me Apart” (2017). Aquel primer álbum como tal descubrió en Kelela a un híbrido entre Janet Jackson y Björk (dos faros en su identidad musical que se revelaron durante el proceso creativo del disco).

A pesar de que Kelela se retiró de la luz pública después, “Take Me Apart” ha seguido vigente como un hito incontestable del R&B de los últimos años. Probablemente el género no ha dado ningún disco capaz de superarlo desde entonces. Kelela invocó la edad dorada del R&B hacia finales de los noventa con aquel álbum, midiéndose cara a cara con voces icónicas como las de Aaliyah, Faith Evans o TLC. El rango y los matices de su voz de soprano remitían a esa era, pero también su universo estético, y sobre todo la forma en que enardecía la ternura y la vulnerabilidad en sus letras y sus melodías. Lo hizo inyectando esa energía íntima, que latía desde el vientre, en una producción avanzada, alcanzando una simbiosis total con Jam City, Arca y Ariel Rechtshaid, entre otros productores, en un equilibrio perfecto entre sensualidad, emoción y tecnología.

Si “Take Me Apart” lograba un punto de fusión entre el canon R&B y los sonidos mutantes, “Raven” se disocia en dos polos opuestos: por un lado, está el pulso incesante de la música de club; por otro, la amplitud y el sosiego del ambient, una paleta sonora a la que Kelela recurre para descubrir el lado más instintivo y libre de su voz.

Kelela ya había sembrado pistas de esas dos dimensiones de su música con la colección de remezclas de los temas de “Take Me Apart”, que avanzó cómo su voz podía encajar tanto al acelerar el tempo como al ralentizarlo, y con “Aquaphoria” (2019), un mix de más de cincuenta minutos en el que improvisaba tomas vocales (sirviéndose también de versos de algunas de las canciones de su primer álbum) sobre pistas de Susumu Yokota, Biosphere, Oneohtrix Point Never, Aphex Twin o Autechre, acomodando su voz sobre pasajes ambientales y abriendo un registro totalmente desconocido en ella: su vertiente más serena.

Asmara (NGUZUNGUZU, Future Brown), que se ha ocupado de la producción ejecutiva de “Raven” junto con Kelela, la ayudó a elegir el material base para “Aquaphoria”. Uno de esos cortes pertenecía al primer álbum de OCA, el dúo ambient de Berlín formado por Yo Van Lenz y Florian TM Zeisig, que ha diseñado los vapores sonoros que flotan en los temas más diáfanos de “Raven” como dióxido de azufre.

Las notas sintéticas que inundan los primeros segundos de “Washed Away” como una laguna de estaño fundido crean el clima perfecto para que Kelela abra “Raven” con la expresión más intuitiva y primitiva de su voz, como una idea anterior al lenguaje. Tanto en esa intro como en su reverso, “Far Away” (una revisión de los mismos motivos que pone broche al álbum), Kelela logra decir más con la forma abstracta de su voz, con sus inflexiones al fluir con la melodía, que con cualquiera de sus palabras. Es toda una demostración de su poder para canalizar la emoción a través de la garganta, y es evidente que después de seis años ese talento no solo no se ha debilitado, sino que se ha hecho más fuerte. La expresividad de su voz logra llegar más lejos.

La sensación de plenitud que deja “Washed Away” se disipa tan pronto como “Happy Ending” asalta con la carga de caballería UK garage de LSDXOXO, que también coproduce con Bambii y Asmara “Missed Call” y “Contact”, los otros dos picos de euforia del álbum. Escoltada por imparables ritmos 2-step, Kelela se recrea en un placer nocturno, irrenunciable, que hace que todo se desvanezca a su alrededor. Su voz nunca había sonado así: como una máscara de látex que deja palpar el contorno de una boca abierta, congelada en la mueca de éxtasis de un orgasmo.

El deseo es una marea que lo arrastra todo en “Raven”. Kelela suena incluso más sensual cuando bajan la tensión y los BPM y se deja llevar por completo, como en “Let It Go”, donde confluyen ambient, soul y funk, o en la cadencia dancehall de “On The Run”. Pero el momento más íntimo y revelador llega con “Sorbet”: es lo más dulce y sexi de todo el disco. En sus versos el deseo es un espejo. Kelela canta sobre atreverse a afrontar su reflejo sin apartar la mirada. Porque no hay nada más sincero que la imagen que nos devuelve.

Esa búsqueda de la verdad en “Raven” va más allá del placer. De hecho, Kelela partió de la experiencia de la alienación y el aislamiento que ha sentido toda la vida como una mujer negra y queer para encontrar el espacio mental desde el que escribir estas letras, que aluden al racismo, el machismo y la misoginia en el tema que da título al álbum –que aúna los dos vectores del disco, dejando que un globo de ambientes opacos estalle en una catarsis techno y house– o en el four-to-the-floor geométrico de “Bruises”. Su acercamiento a estos ritmos también es un gesto político: como Beyoncé en “Renaissance” (2022), Kelela busca reivindicar y celebrar la raíz negra y queer de la música de baile.

Que Kelela haya elegido identificarse con un animal como el cuervo, tan estigmatizado y cargado de connotaciones negativas, que pretenda resignificarlo para dotarlo de una energía transformadora, es en sí una metáfora de lo que pretende lograr con este álbum y con su posicionamiento como artista. “Raven” es un triunfo absoluto desde ese y cualquier otro punto de vista. ∎

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