¿Cómo continuar algo como
“To Pimp A Butterfly” (2015), un disco tan expansivo a nivel sónico (todo aquel jazz cósmico) y cargado de un significado político que lo convirtió en banda sonora del movimiento Black Lives Matter? No debió ser fácil ser
Kendrick Lamar en esta tesitura, pero tampoco parece haberlo tenido difícil para salir del atolladero.
“DAMN.” es, ya desde su mismo título, otra declaración de fuerza del mejor rapero del siglo XXI, una nueva obra maestra solo en apariencia –desde la escucha poco atenta– menos compleja que su antecedente.
A nivel de sonido, Lamar opta en “DAMN.” por el casi completo extremo: un regreso a la esencia, a los
samples boom-bap, las cajas de ritmos, las 808 y un rap directo y a la encía. Pero el
back to basics quiere ser también un salto al futuro: Lamar no se ha quedado con cualquier
beat de sus habituales Sounwave o Topdawg; solo con aquellos que inviten al futuro, además de rendir tributo a la tradición. Y acierta al introducir nuevos colaboradores en el
staff como Bēkon, 9th Wonder o Mike WiLL Made-It, este último demoledor en los singles
“HUMBLE.” y
“DNA.” e intrigante en una colaboración con ¡U2!,
“XXX.”, que no bucea en pantanosos terrenos rap-rock, sino que mira hacia los U2 de “Zooropa” (1993) y el proyecto Passengers con Eno/Lanois.