Ha vuelto. A lo grande. Sorprendentemente. Firmando un estupendo disco de regreso y restauración, una especie de
“Honestidad brutal” (Andrés Calamaro, 1999) pasado por su rasero populachero. Con nuevos héroes que vienen a sumarse a los históricos condecorados de su ejército de la salvación cotidiana (Lobo López y demás): una higuera (que ya está madura), un pájaro (el chamariz, que suelta como nadie su desconsuelo) y un par de potenciales amantes cuyas vidas paralelas nunca se encontrarán (Andrea, que es muy independiente y empatiza fácilmente con la gente; y Eloy, que es cariñoso y con las manos muy habilidoso).
Escrito y leído así, tal vez te pueda sonar a soberana gilipollez (que si la higuera, que si el pájaro...), pero escuchándolo en el disco la cosa se pone seria. Y también muy disfrutable y gustosa, con una pasmosa cantidad de “venenosidad” positiva, léase la facilidad que este hombre tiene –cuando está inspirado, claro; que ya le tocaba, por cierto– para metaforizar lo que nos rodea partiendo de una (aparente) bienaventurada sencillez. Todo eso por dentro de las canciones, en su fondo. Porque por fuera abundan las programaciones, como si ahora el gerundense José María López Sanfeliu fuese el tío abuelo segundo de Joe Crepúsculo o hasta, según el corte, de The Postal Service o Camela (ese momento, cuando la adhesiva
“Chamariz” lleva dos minutos de recorrido, en el que canta
“lo sientes en lo más dentro”, y los treinta segundos siguientes, hasta que entra el estribillo, es el “momento Camela” del año y de los años: un flipe, más que una casualidad).
Nos llega esta delicia en formato de disco-libro. Tapa dura, ilustraciones bien halladas y trabajadas, las letras de las canciones manuscritas y de remate, o más bien de sostén, unos textos donde se nos explica de dónde sale todo esto.
“Este disco tiene algo excesivo. Será porque se encuentra en un filo”. Por fin
Kiko vuelve a ser, como afirma el libro, un personaje ficticio que existe realmente. ∎