King Creosote es uno de esos extraños seudónimos que te rondan toda la vida y que, por los vaivenes del destino, se revelan un buen día aunque solo sea de forma precaria o parcial. Artistas consolidados como Patti Smith o Simple Minds han versionado las canciones –respectivamente, “Pauper’s Dough” y “For One Night Only”, ambas del álbum “From Scotland With Love” (2014)– de este músico proteico, inclasificable y enormemente prolífico. La publicación de cien trabajos –según Domino Records– en veinticinco años, entre ellos, “Diamond Mine” (2011), con Jon Hopkins, lo coloca en la misma liga que incontinentes del low-fi discográfico como Jad Fair.

“I DES” es, por tanto, su enésimo álbum, primero oficial en siete años –el más acústico, “Astronaut Meets Appleman” (2016), lo precede–. Pero contar no sirve de nada en estos casos. Lo importante aquí es sumergirse en la música euforizante y lapidaria que este escocés marítimo es capaz de producir armado de su convincente voz, acordeón zumbón, guitarras abrasivas y sintetizadores modulares. Sucede con las primeras de cambio: la humorística y enunciativa “It’s Sin That Got It’s Hold Upon Us” dispone de un adictivo arreglo de violín a cargo de Hannah Fisher y la voz sampleada de un pastor propenso al sermón llamado Phil Crowter que da título a la pieza. Si eres amante de Orange Juice o Aztec Camera desde una perspectiva menos comercial, digámoslo así, quizá tirando a cosas como Teenage Fanclub –bellísima “Burial Bleak”–, incluso Big Country -escuchen “Blue Marbled Elm Trees”–, o a algo más experimental y operístico –“Love Is A Curse”–, apuntando más hacia las Hébridas con corriente eléctrica que a un pub de Edimburgo, el Rey Creosote acabará gobernando gran parte de tus horas.

Anderson posee un vibrato vocal que transmite una fragilidad esculpida en piedra amusgada. Como le gusta sorprender, “I DES” contiene la mejor colección de medios tiempos del año, a cuál más intenso y significativo, cantados como en estado de gracia. “Susie Mullen” podría alimentarse a pachas de algún baile regional con kilt –no sabría identificar qué modalidad– y del techno bajo carpa. Natural de Fife, uno de los míticos reinos pictos que se encararon a los romanos –el bonito tema “Ides” significa “idus”: una referencia, quizá, al día 15 de ciertos meses, fechas de buenos augurios, como MMXXIII, que no es más que el mágico 23 en caracteres latinos–, Creosote cede créditos al también habitual Dereck O’Neill en el corte mencionado y tres más. Como “Drone In B#”, un mastodonte sónico de treintaiséis minutos que acapara el segundo CD.

Le precede otra grabación larga de más de trece minutos, “Please Come Back, I Will Listen, I Will Behave, I Will Toe The Line”, con la cual Creosote trasciende de pronto los formatos convencionales sin rebajar el sentimiento, tal como indica su título. Poco importa que la producción no sea de alta gama, aunque el sonido es muy bueno, rugoso, arcaico y orgánico (a veces recuerda a lo último de M83), como demanda la ocasión. El escocés maneja la materia sonora con maestría, es decir, sin esfuerzo aparente. ¿Cómo es posible que nadie haya imaginado antes una pieza así? Puede que sí. Teclados telúricos, coros élficos, sonidos-enredadera y mantras épicos elevan la escucha a un nivel más profundo, entre Pauline Oliveros y un carbonero del Mar del Norte, de “Drone In B#”. Burbujeos, pitidos, reverberaciones, todos los elementos imaginables de esta forma de minimalismo evocador y exploratorio ponen el colofón a un trabajo que brilla como un faro en el ingente catálogo de Anderson. En esa media hora hay tiempo aún para algo de motorik tipo Neu! y la psicodelia atmosférica de Spiritualized, algo que se agradece como un sirimiri norteño en pleno verano. Pero ¿qué tendrán esas tierras? Larga vida. ∎