El ascenso de La Paloma durante todo 2021 hay que definirlo como fulgurante aunque ya parezca un tópico. A finales de 2020 entraban a grabar en los míticos Montreal Studios de Hans Kruger en Subiza, Navarra (los del mítico “Subiza” de Delorean y una interminable lista de artistas y bandas que incluye a Perro, Vulk, El Columpio Asesino, Núria Graham y John Talabot). Por el camino, citas fundamentales para entender la lanzadera de nuestro underground nacional: un Sound Isidro sin temas publicados, aparición en el Festival Brillante, Primavera Weekender (que tiende a absorber la programación “emergente” de lo que antes era el Primavera Club) y, cómo no, Monkey Week en Sevilla. Mientras esto sucedía, los pocos temas que el cuarteto madrileño sacaba a la luz acumulaban miles de streams y el ruido generado en torno a ellos los situaba con muchos puntos para ser esa “next big thing” madrileña que parece buscarse cada año de forma un tanto desesperada desde que aparecieran Carolina Durante.
Evidentemente, es difícil no situar a las bandas ruidosas de pop de guitarras en esta estela en la que también sirven como guías Hinds, pero La Paloma se distanció (a su manera) desde el principio: su primera pista musical la encontramos en “Somos de sombra”, una demo que al final no ha quedado recogida en “Una idea, pero es triste” que, ruido y guitarras afiladas mediante, podemos vincular más con la transición norteamericana entre las últimas bandas de post-punk y punk duro y el primer alternativo. El EP, por su parte, termina de rubricar una muy contemporánea afiliación al pop en lo melódico, completando esa travesía de Hüsker Dü a The Replacements y de The Replacements a Pavement: ni tan punk ni tan noise pop ni tan garage.
Así lo demuestra desde el primer acorde “Un momento oportuno”, en la que miran de reojo a unos La Plata de los que heredan, en general, esa vocación de himno hacia adentro que solo se libera de vez en cuando. “Palos”, que cierra el EP por todo lo alto y que se ha convertido en uno de los momentos más explosivos de sus conciertos, es la que más cerca se queda de ese momento catártico. Entre medias, riffs vertiginosos, espíritu coreable y una vocación directísima que se intensifica en el ritmo trotón de “Siempre así” (con su “vendrán tiempos mejores, pero estamos mejor que antes”), que se ensueña en los rasgueos ruidosos de una “Ya está” que recuerda en lo instrumental a Los Planetas primerizos. Y que se afina y se redondea en el costumbrismo millennial de “Bravo Murillo”, seguramente una de las grandes canciones nacionales del año y un recorrido por la normalidad de la banda en el barrio de Tetuán, donde viven y ensayan.
Firmados por La Castanya, con ellos publicarán su álbum de debut durante el próximo 2022, momento más oportuno para mojarse de verdad y confirmar lo que, por el momento, parece una de las revelaciones más interesantes de la escena de Madrid. ∎
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