Ya se intuía con “For You And I” (2019), y con “Reflection” no quedan dudas: Loraine James ha venido para quedarse. Su irrupción es de las más interesantes de la escena británica reciente; y eso que estamos hablando de una ciudad y un universo (el Londres post-dubstep) hiperpoblado y siempre en ebullición, aunque también un poco estancado y falto de ideas de un tiempo a esta parte. Quizá por eso su personalidad expansiva sobresale aún más entre la medianía, aunque lo haría de cualquier forma y en cualquier circunstancia. James habla a través de su música; ella no es como los demás, y, por tanto, su sonido tampoco. Los ritmos van el 90% de las veces totalmente a contrapié, quebrando el primer quiebro, y después el segundo, las veces que haga falta, para llevarlos siempre un poco más allá; en ese sentido, y en temas como “Simple Stuff” o “Let’s Go”, recuerda bastante a Jlin, otra maestra de los patrones imposibles. Los beats son clave, la base de todo lo que llega después; una superfície sólida y brumosa al mismo tiempo sobre la que, sorprendentemente, se asientan el resto de elementos, que no se caen a pesar del constante movimiento.
Si en “For You And I”, y en muchos de los EPs que ha ido publicando en Hyperdub o directamente en su Bandcamp, el mensaje llegaba a partir de la expresividad del sonido, en “Reflection” hay que sumar otro ingrediente fundamental: las voces. Es un elenco variado y profundo, en el que también está la suya propia, junto a las de L3s Black (puntal de la escena drill de la ciudad), el suizo Xzavier Stone (cercano a Fractal Fantasy, sello de Sinjin Hawke y Zora Jones), Baths (el americano participa en el tema más pop del álbum, y también uno de los mejores, “On The Lake Outside”) y las ascendentes Iceboy Violet y Eden Samara. A través de ellos y ellas, y de las palabras que les ha escrito Loraine, “Reflection” habla de cuestiones como la vulnerabilidad, la militancia queer en la gran urbe, el confinamiento, la soledad, el amor, la empatía y la esperanza. Los temas fluyen más y mejor con la complicidad de sus invitados, y la aspereza casi industrial del primer álbum se torna aquí más líquida, como el mercurio púrpura que ilustra la portada. Al final todo convive en perfecta comunión, respirando entre varias capas de sonido y significado: patrones rítmicos, destellos melódicos, tempos, producción tensa, voces y géneros, una aleación orgánca de R&B drill, grime, IDM –increíbles los siete minutos de “Change”–, bass music, avant pop y ambient.
“Reflection” es, de momento, la cima de James, y uno de los discos que muy probablemente quedarán para el recuerdo de este 2021 pospandémico de consecuencias y secuelas emocionales aún imposibles de calcular. ∎
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