Álbum

Maggie Rogers

Don’t Forget MeDebay Sounds-Capitol-Universal, 2024

Cuando Maggie Rogers publicó su disco de debut oficial, Heard It In a Past Live”, a principios de 2019, todo parecía estar cambiando para las voces femeninas en el pop alternativo: Lorde llevaba dos años levantando pasiones en redes con su “Melodrama”, la crítica se alzaba unánime a favor del brillante “Norman Fucking Rockwell!” de Lana Del Rey y una debutante Billie Eilish lo ponía todo patas arriba con “WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?”.

En ese momento, Maggie Rogers también estaba trazando su camino hacia el estrellato temprano: tras varios años subiendo discos de folk autoproducidos a Bandcamp, había conseguido dejar sin palabras y al borde de las lágrimas a Pharrell Williams con solo una escucha de su primer single (“Alaska”), canción que daría la vuelta a internet por la viral reacción de Williams, y que catapultaría a Rogers a un estatus de celebridad digital que ni siquiera ella pudo asimilar.

Cinco años han pasado desde ese eufórico debut, y Maggie Rogers no solo le ha perdido el miedo a ese rayo cegador de luz, sino que directamente se ha subido a la tramoya y ha decidido empezar a mover cada uno de esos focos a su gusto. Su tercer disco, “Don’t Forget Me”, es la clara prueba de ello, algo perceptible desde su gestación en diciembre de 2022 en los estudios Electric Lady de Nueva York.

El álbum lo escribió durante solo cinco días, en el orden cronológico del tracklist final, y todas las canciones que escuchamos son la primera toma que se grabó en ese estudio. Lo que empezaron siendo demos para Rogers y su banda se convirtieron rápidamente en el producto final cuando se dieron cuenta de que ninguna toma ensayada podía alcanzar la frescura y desenfado de esa primera grabación. Una frescura que permea todo el disco y baña sus canciones en esa fuerza y magnetismo que hasta ahora solo habíamos visto en su directo.

Coproducido por Ian Fitchuk, colaborador frecuente de Kacey Musgraves, “Don’t Forget Me” nos revela la Maggie más lúcida, reflexiva y atrevida hasta la fecha. Las introductorias It Was Coming All Along” y Drunk” se sienten como un soplo de brisa primaveral: las capas instrumentales se funden entre sí mientras la voz de Maggie sobrevuela las melodías con más fuerza y confianza que nunca. Estas contrastan con las baladas I Still Do” y All The Same”, que ponen el contrapunto melancólico al disco y, aunque destacan menos en su conjunto, recuperan la esencia folk de las canciones que Maggie autoproducía desde su habitación en una zona rural de Maryland.

La omnipresente guitarra acústica se mezcla con un coro de vientos y adquiere una textura etérea en The Kill”, uno de los temas con más fuerza de todo el trabajo mientras se entrelaza con la narración evocadora de Rogers. Oh, I was an animal making my way up the hill / And you were going in for the kill, dice, y la verdad es que no importa si Maggie nos relata la desesperación de las primeras fases del enamoramiento o reflexiona sobre su miedo al cambio: al escucharla, lo transitamos con ella.

Pero quizá lo más interesante del álbum es cómo Maggie Rogers rinde homenaje al pop-country más noventero aventurándose por primera vez más allá del relato autobiográfico. En So Sick Of Dreaming” nos convertimos en confidentes de esa amiga íntima que te graba una nota de voz contándote una de las experiencias femeninas más universales: que te dejen tirada en una cita por un partido. En On & On & On” nos ponemos en la piel de una vengativa narradora con el corazón roto, y en If Now Was Then” y Never Going Home” nos embarcamos en una road movie entre pintalabios rojos, botas de cowboy, amantes fugaces y una narradora que huye hacia la libertad. Can you jump off a cliff? / Find out that you can handle it”, canta en “Never Going Home”, casi pidiéndonos con un guiño juguetón que nos convirtamos en la Geena Davis de su Susan Sarandon en “Thelma & Louise” (Ridley Scott, 1991). Y hay algo en cómo lo narra –entre versos medio cantados, medio hablados y golpes desenfadados de guitarra– que recupera esos hits asalvajados de Shania Twain, LeAnn Rimes o Sheryl Crow y esos inconfundibles monólogos de Carrie Bradshaw en “Sexo en Nueva York”.

El broche final lo pone la canción que da título al disco, y quizá sea el cierre más acertado para entender que Maggie Rogers se encuentra en el punto en su carrera en el que tiene muy claro quién quiere ser y qué dirección tomar. Y que nos quede muy claro a los demás: nada ni nadie podrá pararla. ∎

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