Rescate de la música de Berardo Hernández, alias Manzanita, un guitarrista de la época dorada de la cumbia peruana que llegó a rivalizar con Enrique Delgado, el líder de Los Destellos. Y su irrupción fue aún más destacable porque no provenía del circuito in de Lima, sino que era originario de la ciudad costera de Trujillo. Allí, a principios de los años sesenta, vía radio, llegó el rock psicodélico anglosajón. Pero todo cambió cuando en 1968 un golpe de estado militar cerró la influencia exterior para potenciar la música autóctona. Sin embargo, la llama del rock ya había prendido en la juventud y en 1969 Manzanita y su Conjunto debutan con una serie de singles en los que las guitarras se mezclan con los ritmos latinos. Tras girar intensivamente en el circuito local, logran un contrato con el sello Virrey para el que grabaron dos álbumes: “El nuevo sonido de Manzanita” (1973) y “Manzaneando con Manzanita” (1974). De ellos se nutre este recopilatorio.

Según explica Samy Ben Redjed, entró en contacto con este héroe de la cumbia peruana gracias a conocer en Lima al coleccionista Víctor Zela, que ha transmitido su pasión por el género en el blog “La cumbia de mis viejos”. Husmeando en su discoteca, encontró el álbum “Manzaneando con Manzanita”, uno de los mejores discos grabados en Perú según Zela. Los años setenta fueron la edad de oro de la cumbia peruana, o chicha, un estilo autóctono surtido de las mezclas entre cumbia colombiana, guaracha cubana, rock psicodélico y, en algunos casos, según la procedencia, huayno andino o pandilla amazónica. La guitarra eléctrica fue su motor, pero también tuvo gran importancia el órgano, tal como evidencia la música de Manzanita.

“Shambar”, el tema inicial, define un sonido en el que punteos de guitarra, sección de metal y percusión exuberante empujan a un baile con tensión rockera. Significa zambullirse en un ambiente de guateque caribeño, con descarga eléctrica y órgano predominante en “La Caihuita”. La siguiente, “La buenita”, es pura cubanía, con una voz femenina a lo Celia Cruz de La Sonora Matancera, pero con los indispensables órgano y guitarra marcando terreno. La cumbia clásica es el motor de “La mazamorrita”, de nuevo con filigranas guitarreras de aúpa. Manzanita, además de ser un virtuoso, compuso la mayoría de temas, alguno tan espectacular como “Manzaneando”, una descarga lisérgica con, como dice el animador, “guitarra mágica”. La influencia del rock se nota en el solo de “No me marcharé” y en un “Lamento en la Puna”, que sería como hacer surf en los Andes. Se muestra sabrosón y yeyé en “Un sábado por la noche” y explora el trémolo de la guitarra en un “Salomé” que se anticipa al amor de Ry Cooder por La Habana. La fórmula de tumbao percutivo, órgano vintage y guitarra cantarina vuelve a resultar ganadora en “Catita”, reafirmando la calidad de un disco que supone un nuevo mojón en la lista de reediciones de Los Destellos, Los Mirlos, Juaneco y su Combo, Los Shapis, Los Wembler’s de Iquitos o Chacalón y la Nueva Crema. ∎