Álbum

Margarita Quebrada

Gas lágrima Jabalina, 2022

17. 11. 2022

Lo mejor de “Gas lágrima” –y no son pocas cosas buenas las que tiene– es que funciona a la perfección como un disco conceptual sin pretenderlo. Tan excepcionalmente han trabajado Margarita Quebrada su espacio creativo en estos apenas dos años que tanto sus temáticas como su sonido funcionan monolíticamente y sirven a una idea común, más grande incluso que ellos. Han sabido construir un universo propio en el que pervertir y perturbar cualquier influenciada brindada, rechazando unilateralmente cualquier complacencia; suenan inherentemente urbanos en sus principios, como otros colegas de generación, pero sus dendritas se extienden siempre hasta la zona oscura de las fronteras del cold wave.

Y, así, es imposible no plantearse su debut largo como una extensión y al mismo tiempo una síntesis de su imaginario, que dibuja sonoramente sus propios límites, que construye un mundo gélido con reglas definidas y que narra crípticamente las historias de los personajes que lo habitan: los huérfanos de “Akira”. Una juventud perdida que deambula frenética por las calles humeantes y bañadas en luz neón –borrachas de gas lágrima– de ciudades consumidas dominadas por corporaciones tecnológicas y mafias sanitarias. Sumida en el bucle de una nostalgia infinita: de ese pasado que nunca vivirán y del que los mayores hablan devotamente y con la melancolía del que piensa que ya nada volverá a ser como antes y solo puede ir a peor; del futuro que les robaron y que solo existe en su imaginación.

“Sumidos en la rutina de la destrucción, permanente fuego azul / Pintábamos signos en nuestros rostros para el momento del último adiós / Nuestro último adiós / Siempre volverá ese llanto gris”, cantan al arranque de “Llanto gris”, joya oculta al mismo tiempo que columna vertebral de “Gas lágrima”, entre sintetizadores de apocalipsis fractal que recuerdan al Arca más flemático. Hacia la mitad, como encabalgado en una corriente submarina, entran los bombos y el sample de “Children”… la nostalgia de lo desconocido, aprendido y aprehendido, para pulsar hacia delante.

En esta especie de Night City –“Cyberpunk”–, de Midgar –“Final Fantasy VII”–, de Zaun –“Arcane”–, los valencianos ejercen como edgerunners y sitúan una historia de amor condenada al fracaso como hilo conductor de una epopeya de ciencia ficción sobre la revolución del espíritu y la fuga como aspiración vital: “Hay algo roto de ti que no te esta dejando huir”, dicen en “Dentro de mí”, con una programación electrónica meciendo emocionalidad emo entre guitarras a lo Deftones a dúo con Kaixo.

Ir y volver –generalmente corriendo–, o no poder hacerlo, se repiten constantemente como tropos, alcanzando la excelencia en “Otro lado” de la mano de Xenia: de la misma forma viene el pop y vuelve en forma de coda experimental; electrónica de choque y bajos implosivos. “Me quise ir y no volver allí, aunque me dé un poco de pena / Sentí que no podía ver plantas crecer / Ni una puerta por abrir, no quedan días para mí”, dicen en el ambient digital “Tu mitad”, en el que el glitch-hop se pelea a puñetazos gabber –bombos frenéticamente distorsionados mediante– con el vaporwave en una constante tensión repulsiva.

También la identidad en crisis, como en “Gas lágrima” y su bombo a negras con silenciador: cacharrera metálica dibujando un distopía cyberpunk; el frío clínico witch house de un pasillo de hospital convertido en purgatorio mental.

Pero es el amor, un amor puro imposibilitado por todo lo anterior, el verdadero tema de “Gas lágrima”, que no por nada arranca con esa escena de emotividad casi anime de la brillantísima “Azul”, con sus protagonistas “corriendo por los tejados”, disfrutando un mundo en ruinas y soñando cómo sería todo si hubiera, aunque fuese solo por un día, algún tipo de futuro. “Ya no puedo ver más allá de este frío / Quiero ver arder todo lo que hemos sido”, murmuran en “Odio que me mires” bailando en la oscuridad ante un paisaje de colapso cibernético.

Metáforas aparte, Margarita Quebrada han sabido destacar de entre toda la escena englobada en la idea de post-punk y cold wave marca Valencia manteniéndose en un difícil equilibrio entre la pátina experimental que se adentra en la IDM de Somos La Herencia, el filtro UK rave de VVV [Trippin’you], los métodos hip hop de ANTIFAN –esos adlibs ultrametálicos sobrevolándolo todo–, dejes de la escena urbana –puedes reconocer desde a Pimp Flaco hasta a Goa– y las atmósferas de melancolía sintética de El Último Vecino. Coge “No sé cuántas horas”, por ejemplo: es como mezclar el reverenciado proyecto de Gerard Alegre con Bad Bunny –incluso es reconocible la melodía de “Antes que se acabe”– y poner a C. Tangana en una de sus incursiones motórikas a hacer adlibs. Una rara avis que con “Gas lágrima” se confirma como indispensable de nuestras músicas. Uno de esos discos que difícilmente olvidaremos. ∎

Contenidos relacionados

Canela Party: canelismo o barbarie

21-24.08.2024 / Torremolinos
LIVE / Por Isabel Guerrero, Pepo Pérez → 26.08.2024

2023: carreteras secundarias

ARTÍCULOS / Por Carlos Pérez de Ziriza → Rockdelux 397 (Diciembre 2023)

TOP 2023: canciones nacionales

PLAYLISTS / Por Rockdelux → 20.12.2023
2023/ Canciones nacionales

Bajo

Suscripción

2023/ Canciones nacionales

Esa escurridiza alquimia
LISTAS DE MÚSICA / Por Rockdelux → 20.12.2023

Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión