Este es, en teoría, el tercer trabajo de Marina Herlop, pero se siente casi como el primero y no solo por el cambio de sello (que le va como un guante), sino por un importante cambio de estilo: si en “Nanook” (2016) y “Babasha” (2018) prevalecían el piano y una visión más canónica de la música, en “Pripyat” la artista rompe con todo y empieza de cero introduciendo instrumentos de cuerda, programaciones y optando por el minimalismo y la abstracción hasta en las voces. Ni siquiera parece baladí el nombre del álbum, nada menos que el de la ciudad fantasma que quedó deshabitada tras el accidente en la central nuclear de Chernóbil.
“Pripyat” incluye técnicas vocales indias para cantar inspiradas en el “konnakol”, una forma de interpretar cada sílaba como si fuera percusión, y que se puede apreciar muy bien en la versión coral de “miu” que cierra el disco. Esa técnica no es la única curiosidad, ya que Marina emplea la voz como un instrumento más, superponiendo distintas melodías vocales e incluso jugando con la fonética de las palabras, creando aliteraciones que se perciben con mucha claridad en canciones como “shaolin mantis” y “abans abans”.
Además de la inclusión de electrónica, también llama la atención la incorporación de instrumentos de cuerda, percusión metálica en canciones como “lyssof” y “miu” (en la que se puede rastrear la influencia de la Björk de los 90) y la reducción de la melodía a la mínima expresión. En su lugar, las texturas se erigen como grandes protagonistas en composiciones como “ubuntu” o “Kaddisch”, una revisión en clave de electrónica experimental de la partitura de Maurice Ravel y que toma el título de una oración judía escrita en arameo.
“Prypiat” es un álbum abstracto, en el que las canciones no se construyen de forma tradicional, sino a partir de sonidos y ritmos, de una forma que a ratos la emparenta con los directos de Lucrecia Dalt, con los primeros trabajos de Arca o con el “Lack” (2017) de su compañera de sello Pan Daijing. Marina Herlop apela a lo atávico y lo sensorial: como la propia artista escribía en su cuenta de Instagram cuando el álbum se publicó, este trabajo no tiene más significado “que la búsqueda de la belleza a través del sonido”. Para ello, la catalana parece haber construido un mundo propio en el que también cobran importancia los elementos visuales que rodean el trabajo, de los videoclips a la portada (con esa criatura fantástica que parece un caracol antropomórfico), y que rozan lo onírico.
Es innegable que Marina Herlop se ha embarcado en un viaje de deconstrucción y en la exploración de nuevas formas de componer que posiblemente sorprenda a quienes esperen más de lo mismo: “Pripyat” requiere una escucha mucho más activa que la de sus trabajos anteriores, pero hacerlo te llevará por paisajes ignotos. ∎
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