Siempre abonada a la inquietud constante, da la sensación de que, más que buscar su identidad con cada nuevo paso discográfico, lo que precisamente define a Marta Movidas es el miedo a ser clasificada en nichos musicales con peligro de ser archivados y borrados de la onda pop a los pocos meses del cambio de algoritmo.
Siendo así, lo que tenemos aquí es la transfiguración más colorista, vital y bailable de entre todas las que nos ha mostrado hasta el momento, y que llega hasta al pop progresivo.
Nada más arrancar, “… en vez de nacer martillo” suena a una trituradora hyperpop donde caben La Casa Azul, k-pop y Cariño. Lo que lo une todo es la atmósfera gamer de anime que se propaga por el resto de un trabajo en el cual podemos asistir a toda clase de efectos derivados de la cultura del videojuego de corte nipón.
A partir de esta base, lo primero que aturde es la capacidad de reinvención que tiene este proyecto, en el ya no quedan resquicios de aquel pop-rock facturado en “Yunque” (2023), su anterior EP, en el cual afloraban peligrosos recuerdos a grupos como Tahúres Zurdos, aunque también a Christina Rosenvinge, Nosoträsh o Vainica Doble.
En esta ocasión, ya no queda espacio para florituras pop progresivas, sino para juegos funk-disco tan vistosos como “Vamos a la sombra”, uno de los cortes más golosos de un trabajo en el cual no hay espacio para dudas sobre las necesidades emocionales de una Marta que se enfrenta a los miedos acarreados por la soledad a través de piezas como “Creo que ya no puedo más”.
Tanto en los temas comentados como en el resto del álbum, brota una sensación de homogeneidad retrofuturista que nos transporta directamente a las técnicas de producción disco desarrolladas entre la segunda mitad de los setenta y la primera de los ochenta.
Si bien es verdad que el peligro de la monotonía siempre está presente, también lo es que Marta Movidas se ve más cómoda que nunca en este nuevo trabajo, repleto de escenas de cotidianeidad igual que en “Qué le digo a mis amigos”.
Por su parte, “Una ilumina el rastro” se empapa en electricidad frenética. Chicle pop enervado para ir enfilando el cierre a un álbum que nos deja lo mejor para el final: “Guadaña de iridio” es puro Jeanette. Pop azul de toda la vida en el que, tal como pasaba antes con los últimos temas de los LPs, hace décadas, igual nos está dando pistas de por dónde irán los tiros para su próxima metamorfosis estilística. Mientras tanto, no es mala opción apuntarse al gozoso espíritu revivalista que se cuece entre las diez esquinas de “Martillo”, una muestra más que fidedigna para entender en qué punto exacto nos encontramos respecto a las tendencias reinantes en el pop estatal de generación Z. ∎
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