Después de “Fresh Blood” (2015), Matthew E. White buscaba nuevas alternativas para la renovación de su acercamiento a las raíces de la música sureña. El de Richmond montó una banda de siete músicos, con abundancia de percusión y teclados, y desarrolló varias piezas que quedaron archivadas, aunque no olvidadas. Faltaba algo. Y ese algo se materializó en su encuentro con el inclasificable Lonnie Holley, el artista de Alabama (escultor, poeta, educador) que vio como los focos se dirigían hacia él cuando en 2012 se publicó “Just Before Music”, muestra de una actividad musical que llevaba años practicando de forma casi privada, en grabaciones caseras.
La aportación de Holley (71 años), voz y textos, a las bases musicales de White (38 años) ha desembocado en este “Broken Mirror. A Selfie Reflection”, un álbum preñado de groove y largos desarrollos instrumentales que invoca sin remilgos el espíritu del Miles Davis eléctrico, el fascinado por Jimi Hendrix y Sly Stone, el de álbumes como “In A Silent Way” (1969), “Bitches Brew” (1970) y “On The Corner” (1972), discos imprescindibles para entender las “nuevas direcciones” del jazz en los 60 y 70.
Impregnados de ese proteico espíritu, White & Holley aportan cinco composiciones (seguro que se quedaron más en las estanterías) que abordan el jazz y el funk (o viceversa) de forma libre y heterodoxa en un lienzo de sonidos burbujeantes –percusiones rituales, teclados from outer space, bajos suculentos, guitarras en caída libre– que incita a la liberación del cuerpo y el alma: una colaboración inesperada –tanto como la de Floating Points y Pharoah Sanders en “Promises”, otro must de este año– en un álbum que desafía clasificaciones, exquisitez que no debería pasar inadvertida entre tanta oferta sin substancia. ∎
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