En “Be The Cowboy”, su quinto álbum hasta la fecha (los dos primeros, difícilmente localizables, fueron proyectos de conservatorio), Mitski se confirma como una St. Vincent para aquellos que piensan que St. Vincent es demasiado arty y como una Angel Olsen para los que opinan que Angel Olsen a veces se pasa de intensita con su torch folk. Ya está. Ventilemos las referencias insidiosas que van a estar en boca de todo el mundo porque, en este caso, son los árboles que no permiten ver el bosque que Mitski Miyawaki hizo brotar en medio del vergel musical de 2018 cuando prácticamente nadie esperaba semejante exuberancia.

Y es que su anterior trabajo, “Puberty 2” (2016), fue una exploración de cómo la distorsión puede enturbiar la apariencia del pop-rock más tradicional. En “Be The Cowboy”, sin embargo, esa suciedad desaparece y deja vía libre a un pop trabajado como artesanía hipermusculada. Escuchadas de un tirón, sus canciones pueden parecer ligeramente inconexas en su forma, pero es su fondo el que las hermana: Mitski se describe como una mujer de gélido exterior en cuyo interior bullen pasiones que chocan frontalmente contra su fama recién descubierta. El resultado es un disco magnético en el que la artista afirma que “nobody fucks me like me” y, de paso, en su uso de la música como herramienta autorreivindicativa te obliga a quererte un poquito más. Que falta te hace. ∎