Desde que Moor Mother irrumpió hace un lustro con el desafiante “Fetish Bones” (2016), no ha dejado de proponer diferentes formas de retorcer los significantes del abecedario estilístico afroamericano. En su más reciente trabajo, la de Filadelfia nos transporta a una colorista dimensión de sonidos vaporosos, impregnada de atmósfera jazzy, ética avant-garde y arrastrado flow hip hop como motor creativo de un conjunto de canciones que, como en el caso de “Race Function Limited”, buscan un impacto directo en el oyente a través de una narrativa libre de relieves líricos.
La fluidez con la que todo funciona en este reloj daliniano instrumental resulta en un cuasi milagro en el que la personalidad de cada una de las canciones está determinada por uno o varios detalles concretos. Así ocurre en “Shekere”, emulsión sónica donde agudas fragancias indias sobrevuelan sobre un cuerpo hip hop en slow motion de tacto ligeramente crackológico. En otra como “Obsidian” emerge un mantra de texturas digitales hiperfísicas que nos recuerda al Tricky de sus años de esplendor creativo. Desde otro extremo, los casi seis minutos de “Tarot” resplandecen como una cosmología naturalista de sonidos selváticos recogidos de una jungla ambient-chill.
Virguerías como esta última definen la relevancia otorgada por Moor Mother a su enfoque deconstructor de los engranajes que ensamblan la materia hip hop, totalmente disuelta en instrumentales garabateados que rezuman vanguardia e independencia por los cuatro costados. De este muestrario abstracto se nutre un rizoma de letras mascadas desde la dicción poderosa de una artista que, para este trabajo, ha llegado a reconocer que ha querido contemplarse a sí misma como una especie de Quincy Jones distribuyendo todas las piezas que conforman esta fuerza sonora “aérea”. Una fuerza para la cual ha visualizado los árboles y el oxígeno como ejes metafóricos de un mensaje que cuestiona las características pivotales de lo que entendemos como canción protesta, que ella deriva hacia franjas de reflexión como la dispuesta en “Race Function Limited”, en la que Camae Ayewa (aka Moor Mother) recita palabras con la fuerza desasosegante de “mama made me / tall baby / out the guts of slavery / grits and gravy / shackled babies”.
Cortes como este último reflejan la crudeza diluida en estos trece brotes de emoción directa al corazón. Géiser visceral contenido a través de los diferentes cauces instrumentales desplegados con el fin de dar cuerpo a semejante sinfonía de extremos, engarzados por medio de una sucesión imponente de materia bipolar sónica. La aquí fraguada desde el embelesamiento cósmico hasta el pálpito ultraurbano de las esquinas que conforman este barrio sonoro de calles y puertas abiertas a la arcadia con la que, en su momento, experimentaron el Herbie Hancock de los años Mwandishi y el Miles Davis oceánico de los primeros años setenta. Los mismos que, hace medio siglo, vislumbraron las herramientas de composición con tonos, texturas y efectos disueltos en obras como esta vibrante degustación de brebajes tan terrenales como marcianos. ∎
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