Esto va a doler. My Morning Jacket es una de esas bandas que en directo arrasan: tienen un punto de entrega y electricidad que enciende cualquier escenario, como demostraron en su directo en el Primavera Sound 2023. Pero en estudio, recientemente, dejan una sensación algo descafeinada. Su nuevo trabajo, “is”, no escapa del todo a esa dinámica, aunque sale mejor parado que el anterior disco homónimo, “My Morning Jacket” (2021). Es difícil competir con el impacto emocional de “It Still Moves” (2003) o “Z” (2005), que siguen siendo sus picos creativos más respetados.
Décimo álbum de estudio, productor externo por primera vez en más de una década y muchas ganas de volver a conectar con su público. Brendan O’Brien, conocido por trabajar con Springsteen y Pearl Jam, les ha dado ese empujón hacia un sonido más pulido y accesible. No es un volantazo, pero sí se nota cierta voluntad de orden: los temas están más enfocados, las estructuras más cerradas y las emociones algo más contenidas. Lo firman Jim James (voz y guitarra), Carl Broemel (guitarra), Bo Koster (teclados), Tom Blankenship (bajo) y Patrick Hallahan (batería). Aquí hay un intento claro de oxigenar la fórmula sin desmontarla del todo, y sí, la grabación gana con las escuchas.
“Out In The Open” abre el disco con ese tono amable y reconocible, que por un momento incluso recuerda a The Killers en su versión más contenida. Ya avisamos de que esto dolía. No sorprende, pero cumple su función de bienvenida con riffs de guitarra pegadizos, un buen gancho de teclado y su lema “Out in the open, the night runs cold / But with the dawn, our world’s aglow / In the light of the sun, the waters run”. Lo mismo pasa con “Half A Lifetime”, una canción que ha estado en un estante polvoriento desde las sesiones para “Z” y que se presenta entrecortada y con la voz de Jim James más desgarrada.
El tramo central de esta entrega juega con distintas intensidades. “Everyday Magic” es probablemente la más pegajosa, con ese loop de guitarra country-rock. Una oda al amor totalmente veraniega, inspirada en ver la magia en las cosas cotidianas que quizá damos por sentadas. “I Can Hear Your Love” puede parecer un poco cursi, pero tiene algo realmente hermoso: reggae de terraza con hielo y rodaja de lima que despierta cierta ensoñación y algo de curiosidad por ver cómo se coloca dentro de su setlist. Sin duda, la más similar a las canciones de James como solista.“Time Waited”, por su parte, tiene ese aire de balada retro con piano de los setenta u ochenta pero se queda en el intento. No hay exceso de dramatismo, pero tampoco termina de despegar. Uno de sus momentos más ingeniosos llega cuando recurre a “Blue Jade”, del gigante del pedal steel Buddy Emmons. Otra de sus bondades surge con el riff de bajo de “Beginning From The Ending”. Esta pista explora la idea de lo que significa empezar de nuevo, de que cuando algo en la vida termina, comienza otro viaje. La canción se apaga poco a poco, encajando perfectamente con el inicio de “Lemme Know”, que parece sacada de una banda británica de los dos mil y cuya línea principal “The coins in the fountain / just sit there and wait” funciona como metáfora de los deseos estancados en esas monedas lanzadas con ilusión que no van a ninguna parte. Innecesarios esos hooks vocales que la acompañan. Con “Squid Ink”, que ya os adelantábamos aquí, My Morning Jacket llevan su lado más excéntrico un paso más allá, en una pieza de rock enérgica con sabor funk. En directo, seguro que gana.
En la parte final del LP, “Die For It” sigue ese camino con un groove más marcado, que suena como si lo hubieran improvisado con soltura. Tocada sobre un ritmo ágil de Hallahan y embellecida por el resto de la banda, da paso a la última pista. “River Road” cierra con un tono pausado, en clave de despedida, y seguramente sea la mejor canción del disco. Llega tarde, pero esa batería arrastrada tiene un tono triste y realmente conmovedor. Que el álbum concluya con un “ready, set, go” tiene su ironía: justo cuando parece que todo termina, My Morning Jacket lanzan una señal de que apenas están calentando.
“is” no es un mal disco. La producción es limpia y todo encaja con naturalidad. Pero si uno esperaba una sacudida o un paso adelante en términos de narrativa o riesgo, probablemente no lo va a encontrar aquí. Hemos percibido algo de chispa renovada, pero “is” no aspira a cambiar nada. Es un lanzamiento agradable dentro de sus márgenes, y al mismo tiempo, totalmente prescindible. Para comprender por qué esta banda importa, lo suyo es verlos en directo. Ahí sí que no fallan. ∎
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