En apenas dos semanas, una de composición y otra para grabar,
Nacho Vegas y
Christina Rosenvinge, almas gemelas destinadas, antes o después, a encontrarse, han completado un mini-álbum merecedor de ser leyenda. La propuesta de Rockdelux para girar juntos ha cristalizado en un disco de corta duración (25 minutos) pero profunda resonancia. Desde la fascinación mutua, el gijonense y la madrileña entablan una estrategia creativa donde se buscan, se persiguen, se hacen algún guiño gracioso (
“así que hice chas y aparecí a tu lado”, bromea Vegas en
“Me he perdido”) y hacen sitio en sus blindados microcosmos para el espíritu del otro. Le explicaba Rosenvinge a Jordi Bianciotto en ‘El Periódico de Catalunya’ que habían creado una tercera personalidad que no es él ni ella,
“menos tremendista que la obra de Nacho, y más densa que lo que hago yo últimamente”.
De este modo, él aprende a jugar, a quitarle gravedad a su tristeza congénita (esa perfecta cabriola pop de “Me he perdido”), y ella se deja llevar del esencialismo de sus últimos discos a un pantano eléctrico para acariciar, queriendo o sin querer, el blues según PJ Harvey: grande
“Humo” y enorme también
“Ayer te vi”, que podría leerse en clave amarilla como declaración definitiva de independencia sentimental. Pero, para hallazgo, el tema titular, rock urbano sexuado al límite (esos
“ah-ah” de Christina) con algunos de los mejores versos leídos en los últimos años en un país dado a las frases hechas, los latiguillos, la mediocridad por inercia:
“Y hablamos del amor, pero es la hora del adiós / Y hay un viejo que nos amenaza con su acordeón / Y al huir de la ciudad, la mujer del tiempo nos dirá / que a un otoño desastroso siempre le precederá un verano fatal”. Os queremos. A los dos. Juntos. ∎