Álbum

Núria Graham

CyclamenPrimavera Labels-Verve Forecast-New Deal-Universal, 2023

31. 01. 2023

“Cyclamen” es un álbum espolvoreado de momentos mágicos. Es un trabajo para saborearlo, no es necesario desmenuzarlo. Descubrirlo canción a canción supone realizar un itinerario muy personal, muy desde dentro, que empieza en “Procida I” y acaba “Procida II”. Es lo mismo, pero también distinto. En esta grabación determinadas piezas forman dúos. Todo en él fluye, sea en lo luminoso, sea en lo oscuro, como en lo turbio. Sin ánimo de exagerar, Núria Graham firma uno de los mejores discos del año. Es temprano para tal aseveración, pero el talento no conoce calendas, aunque sabe de líricas atractivas y arreglos cadenciosos y elegantes. Y de versos caprichosos, cuando no inconexos, que atrapan por igual. Circunvalando la vida misma.

Hace tiempo que no se observaba tan buen gusto en una producción hecha aquí; a partir de secciones de viento, de metal –¡grande Genís Bou!, líder de The Gramophone Allstars– y de cuerda. Nada está fuera de lugar. Nada sobra. Las capas de sonido, surgidas de la sección rítmica, resultan emotivas. Además, Graham, como multinstrumentista que es, se expresa desde el piano. Qué decir de “Yes It’s Me, The Goldfish!”, el primer single: esa batería etérea, que copa toda la melodía, junto a la propia voz de la letrista, también en labores de producción, que se aliña con un grato sabor casero.

La autora de “Connemara” está ante su cuarto registro largo –quinto, si contamos “First Tracks” (2013), un mini elepé de siete temas–, cosa que supone su álbum de madurez. La cantante se mueve entre la amplia, ancha y elástica americana y el pop de autor; por tanto, las influencias están ahí. El nombre de Kate Bush sale a colación. Lo cierto es que algunos de los ancestros de la compositora son irlandeses, de lo que se deduce que cantar en inglés no es un hecho impostado, mejor sería pensar que es una necesidad, precedida de naturalidad. Las sensaciones remiten a atmósferas varias, que pueden recordar tanto a la australiana Courtney Barnett como a la británica, poco considerada por estos predios, Rae Morris. O a la no siempre bien ponderada Laura Nyro (1947-1997). Como ellas, Graham destaca por conocer a fondo el oficio de músico, dato este que solo alcanza a aquellos que prescinden de lugares comunes y palabras gastadas.

Decir luminoso es correcto, pero en algunas piezas no alcanza. Hay más. “Poisonous Sunflower” (escrita junto a Blake Mills), “Birdman”, “Gloria” o “The Waterway suponen un listón más alto. Síntoma claro de que hay talento. Cyclamen también es una planta bulbosa originaria de los bosques mediterráneos, donde crece a la sombra de los árboles durante el invierno, pero, como música, es el nuevo hogar de la vocalista. Un espacio donde hurgar en las emociones y redescubrirse.

Tampoco podemos olvidar ese encendido aroma de músicas de raíz convertido en un gaélico folk que se pierde en la noche de los tiempos. “Fire Mountain Oh Sacred Ancient Fountain” es una muestra. Las elipses de la cantante se agarran a la tierra, al folk-pop desde una perspectiva en tecnicolor. Las tonalidades acarician una voz en clave jazzy, que proviene de muy atrás. Como pasaba en “Marjorie” (2020), su álbum anterior; la ahora pianista sigue mostrando versos alrededor de la memoria. Si Graham, que ha girado por Europa con su nuevo disco –que en Estados Unidos edita Verve Forecast mediante New Deal Records–, consigue adaptarlo para releerlo en sus conciertos, estaremos ante uno de los hitos del año. Y no es una hipérbole.

En definitiva, la imaginación de una mujer joven, bilingüe desde la cuna –catalan and english”, canta en la primorosa “The Catalyst”–, que usa las normas del pop para construir un relato singular, que deviene adorable. Así sucede en esa nana posmoderna titulada “Disaster In Napoli”. La compositora maneja con soltura la contradictoria naturalidad de los pensamientos más universales, plenos de pálpitos, tanto amables como nebulosos, concentrados en trece canciones. La elegancia sonora que imprimen Núria Graham y sus músicos resalta la mise en place de “Cyclamen” cual vajilla de Sèvres. Brindamos por ello. ∎

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