Todos tenemos algún amigo cuyo nombre se abrevia de diferentes formas, de modo que hay múltiples maneras de referirse a la misma persona. Algo parecido ocurre con esta banda, hecho propiciado por la guasa de su líder, John Dwyer: OCS, Thee Oh Sees, Oh Sees y Osees, este último utilizado desde el año 2020. Hay más, pero no queremos aburrir, es la misma banda. La misma sensación de hiperactividad y confusión que genera el uso de tantos alias la produce el endiablado ritmo de grabación del combo, unos 29 trabajos en un par de décadas.

Reconocidos en un principio como baluartes del garage psicodélico con ramalazos hardcore, punk y progresivos, las variaciones en la formación y la actitud ante cada nuevo álbum hacen que pese a ser siempre reconocibles, los cambios sean patentes y notorios. Si en “A Foul Form” (2022) daban rienda suelta a su lado más anfetamínico y salvaje en canciones que no pasaban de dos minutos salvo en un par de excepciones, en “Intercepted Message” (2023) la inclusión de sintetizadores y melodías los acercaba a la new wave o al synthrock, con gancho, pero rozando en ocasiones la horterada, paródica o no. Parte del espíritu de ambos discos está presente en el que nos ocupa, pero no mediante una mera mezcla de ambos. Dwyer –apoyado por Tom Dolas, experto en el manejo de sintetizadores– asumió como reto para la grabación prescindir de las guitarras y de los teclados, utilizando en su lugar sonidos sampleados, creando una especie de sonido electrónico vintage insuflado de organicidad por la sección rítmica de la banda –bajo y doble batería– y por los saxofones tenor y barítono. Pese al citado método de producción, la médula y el alma de estas canciones son las del rock’n’roll y sus derivados más cálidos, desmontando, una vez más, los tópicos de la imprescindibilidad de las guitarras eléctricas y de la frialdad del aparataje electrónico.

“LOOK AT THE SKY” abre este “SORCS 80” con toda una patada en la cara en forma de nervioso garage-punk, mientras que “PIXELATED MOON” es uno de esos bailables híbridos de rock electrónico con bajo enérgico y ritmo marcial. El sonido es más definido y tenso, menos deshilachado y alucinado que en sus primeros tiempos, pero eso no quiere decir que sea limpio y pulido, sino grueso y lo suficientemente sucio. Asimismo, prueban diferentes caminos según el tema; en “ALSO THE GORILLA…” y “LEAR’S EARS” se dejan ir con un relajado y minimalista ritmo funky que rescata del fondo de nuestra memoria aquel efímero proyecto, Dub Narcotic Sound System & The Jon Spencer Blues Explosion. Mientras que en “BLIMP” estos últimos parecen haberse aliado con Devo para hacer algo juntos. “CASSIUS, BRUTUS & JUDAS”, dedicada a algunos personajes de escasa confianza que han conocido, cabalga furiosa sobre uno de esos patrones que hacen que Sleaford Mods parezca una banda de rock. Hay canciones con pegada pop como “ZIPPER” y “EARTHLING”. En esta última, de mensaje hedonista, parece como si el Jay Reatard más melódico se hubiese puesto al frente de Suicide, aunque ellos citen antes como referencia al inclasificable Von LMO. Hay más latigazos de techno-punk de afterhour como “COCHON D’ARGENT” o “PLASTICS” y otros trallazos en los que los vientos pervierten y enraízan su música, como “TERMINATION OFFICER” –¿añadimos TV On The Radio a la playlist de influencias?–.

El epílogo, con “NEO-CLONE”, es una muestra más del eclecticismo de Dwyer, una golosina de pop psicodélico que gustaría a Kelley Stoltz o a Jacco Gardner. Los fans de su primigenio garage en versión libre y desmadrada quizá no se sientan tan cómodos en esta versión más encorsetada de la banda, pero los amantes sin complejos del rock directo, cachondo y noqueador tienen aquí una buena colección de zurriagazos de bastardo y seductor formato. ∎