Álbum

Patterson Hood

Exploding Trees & Airplane ScreamsATO, 2025

24. 03. 2025

Hoy 24 de marzo el estadounidense Patterson Hood cumple 61 años. Leo por ahí que la esperanza de vida para los hombres estadounidenses en 2022 era de 74,8 años (la de las mujeres, algo superior, 80,2). Con esas cifras sobre la mesa, que Patterson, cofundador de Drive-By Truckers en 1996, haya decidido ahora, en el que es el cuarto álbum que firma con su nombre (y el primero de esta guisa que saca desde 2012, cuando vio la luz “Heat Lightning Rumbles In The Distance”), que es el momento de hacer un nostálgico disco-balance en el que repasar la mitad de lo que ha vivido, lo que va desde su infancia hasta que se mudó, cuando entraba en la treintena, de Alabama a Georgia, tiene su lógica. Menos la tendría, o ninguna, si hubiera nacido y vivido en el Chad, donde también en 2022 la esperanza de vida para un hombre era de 51,3 años. La de las mujeres, 54,7. En fin, pobre Chad. Volvemos a Patterson.

Un álbum-balance nostálgico, decíamos, que contiene diez canciones, siendo la de composición más antigua la que suena en penúltimo lugar, “Airplane Screams”, que data de principios de los ochenta. Es una cuya letra huele a relación difícil, o tóxica, que se dice ahora: “Mi chica tiene una sepultura abierta, está guardando espacio para mí, aquí tumbada mientras despotrica y delira, está allanando caminos al infierno”. No sabemos si esa chica es la misma de “A Werewolf And A Girl”, segunda pieza del disco, que nos habla de la sombría incerteza de los primeros amores, desde que alzamos su telón, felices (“Fue hace cuarenta años cuando volviste al pueblo, te recogí en la parada del Trailway y me besaste en la boca, vimos una película ambientada en Londres sobre un hombre lobo y una chica, ‘Tattoo You’ sonaba por el altavoz”), hasta el, casi siempre, desconcertante FIN (“Podría volver a suceder una vez más a la luz de la luna, una vez más en el campo podríamos abrazarnos”).

Ya en “A Werewolf And A Girl” escuchamos una voz invitada, la de Lydia Loveless. No es la única convidada del disco. Abundan. En el siguiente corte, “The Forks Of Cypress”, sin ir más lejos, quien canta con Patterson es Waxahatchee. Y por aquí y por allá nos iremos topando en la parte instrumental con contribuciones de Kevin Morby, Steve Berlin (Los Lobos), Brad y Phil Cook (Megafaun), Chris Funk (The Decemberist). Hasta con Wednesday, que aportan a “The Van Pelt Parties” el momento con más decibelios, en una divertida postal sobre fiestas de ponche y muérdago, chistes sucios, besos robados y amoríos entre adultos a las que Hood acudió cuando tenía 8, 14 años (“Ahora soy mayor y tengo mis propios hijos, así que estoy expiando los pecados de mi juventud. Esas manos del tiempo matan y cortan, pero extraño mucho aquellas fiestas de Van Pelt”). En fin, ese es el tono de las letras, ya lo habéis pillado. Abrir el álbum de fotos viejas y reconocerse en aquellas imágenes antes de mirarse ahora al espejo. Y darle vueltas. Las de un sexagenario reflexivo. Por lo que respecta al tono de la música, seductora, dejando de lado esta última canción que os he apuntado, con Wednesday metiendo brío, es bien relajado. Sutiles arreglos de cuerda, vientos, sintetizadores analógicos y armonías vocales. Batería y guitarras guardando discretas formas. En el apartado de las teclas, apuntar que es Patterson quien toca el piano, primera vez que lo hace en un disco suyo.

Disculpad que vuelva a lo del Chad. Según la estadística del primer párrafo, Hood está echando este vistazo hacia atrás con 60 años porque, qué le va a hacer, ha vivido ya el ochenta por ciento de lo que le toca. Pero si hubiera nacido en el Chad tendría que haberlo hecho con 40 años. Y con 60 llevaría cinco muerto. No es gracioso cómo pasa el tiempo, que cantaba Willie Nelson. En algunos sitios ojalá fuera solo eso. ∎

Contenidos relacionados

Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión