No ha elegido un número redondo de los que marcan décadas, ni una edad especialmente significativa como la de la jubilación. Pero Paul Weller ha querido marcar el momento exacto de este disco que se publicaba la víspera de su 66 cumpleaños con la cifra ocupando toda la portada diseñada por quien hizo también la del “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (1967) de The Beatles y la del primer LP del propio Weller, Peter Blake. Bien, no es una cifra relevante en sí misma, pero algo hay: el prolífico músico que no ha tenido ningún parón significativo desde que empezó con The Jam a mediados de los años setenta y pegó un deslumbrante volantazo con The Style Council antes de instalarse en una impecable carrera en solitario está declarando que ya encara el camino a sus 70, que le gustaría parar un poco, bajar el ritmo, no imponerse constantemente un siguiente paso… aunque está lleno de proyectos para el año que viene. Si el número de esa portada anuncia un punto y aparte, no lo parece.
Esto hace que uno también haga parón y recuento ante el decimoséptimo álbum de Weller en solitario. Después de algo más de 45 años esperando siempre su siguiente disco, sus rupturas y continuidades, disfrutando cada una de sus colaboraciones, recibiendo año tras año nuevas composiciones que casi nunca han resultado rutinarias o inanes, ¿cómo es posible que en “66” aún todas las canciones me parezcan buenas, mejor dicho, notables y especiales, necesarias cada una de ellas? No se considera uno un fanático cegado por la admiración y, quieras que no, tantos años siguiendo a un autor puede dejar rastros de cansancio, encallecimiento en las ganas de encarar unas fórmulas que no van a cambiar ya sustancialmente, una forma de cantar que es genuina y reconocible en cada inflexión. Pero es así, las doce canciones de “66” me parecen remarcables, no creo que asome la rutina ni el déjà vu en ninguna de ellas.
No es “66” un punto y aparte en ningún sentido, tampoco conceptual. La máxima novedad preconcebida consiste en que por primera vez se ha abierto a la colaboración con amigos en la composición de buena parte de las canciones a lo largo de todo el álbum. Con aportaciones en las letras, sobre todo, que él dice haber hecho suyas en su totalidad: siente que lo que otros han aportado le pertenece. Y ellos son el cantante de Madness, Graham ‘Suggs’ McPherson, con quien le une una vieja amistad que se materializó también hace dos años en el single “Ooh Do U Fink U R”, Bobby Gillespie, Noel Gallagher, Dr. Robert (The Blow Monkeys) o Erland Cooper.
Pero creo que la clave está en las melodías. “Ship Of Fools”, con su melancolía pastoral, no es una apertura convencional para un álbum, y sin embargo atrapa enseguida la atención con su sencillo dibujo de la guitarra acústica y la cadencia vocal tan cálida de Weller. Luego crece con una flauta y un piano, y ya queda envuelta la primera de las delicias del álbum. The Beatles siguen siendo una influencia palpable, inagotable. La melodía sobresale igualmente en “Flying High”, aunque te puedas imaginar cantándola a una diva disco de los setenta, entre los arreglos orquestales y el burbujeante secuenciador electrónico.
“Jumble Queen”, coescrita con Gallagher, ya la degustamos en directo en la pasada gira: empuje soul de los vientos y guitarra aullante, nada novedoso y sin embargo brillante, como lo es “Rise Up Rising”, con su cortinilla de arpa y su ritmillo sinuoso que nos retrotrae a The Style Council. No son las únicas esencias del dúo de los ochenta que enriquecen aún los nuevos pasos de Weller: “A Glimpse Of You” tiene esa vena de pop sofisticado aún intacta e inspirada, al igual que “Sleepy Hollow”, con esos coros y esa orquestación suntuosa, aunque empiece con ritmo country y se reinvente constantemente, con otra gloriosa aparición de la flauta. Melodías y más melodías sencillas, acertadas, cautivadoras, como en el vals de la emocionante “In Full Flight”, engalanada por un punteo con wah-wah y ecos a lo John Martyn, y los coros celestiales del trío Say She She. Y riffs electrizantes, que no faltan aunque predomine el pop, como el que conduce “Soul Wandering”.
Como en las fotos del interior, trajeado, serio, impecable, con esta nueva y fresca colección de canciones Weller parece decir “la edad me sienta tan bien”. ∎
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