El primer single de rebe, “Wapa wapa wapa wapa wapa wapa” (uno de sus títulos más celebrados todavía), data de 2018 y, seis años más tarde, la artista lanza su segundo largo, “es que acaso no me oyes??” (si no contamos el mini-LP de 2021 “solo pasiones...”). Cualquiera pensaría que la prolongación temporal entre sus LPs se debe a la perspectiva diletante de la mayoría de artistas que, sin ser emergentes, no llegan a rozar el mainstream, pero analizando su discografía observamos que el perfil mercantil de la afincada en Valencia se acerca a la gen z mucho más de lo que a algunos de sus acérrimos les gustaría admitir: rebe solo puede ser rebe gracias a internet.

De hecho, esta es solo una de la múltiples contradicciones que conforman el marco teórico de su proyecto artístico (no exclusivamente sonoro): el de rebe es el más posmoderno de los proyectos retro con los que comparte escena. La artista está a años luz de propuestas como la de Morreo o Adiós Amores, pues el regusto sixties de la madrileña es una mínima pieza en el imaginario de su performance o, lo que es lo mismo, un medio para un fin mayor.

Por poner un ejemplo, en “Marisol”, primer single del álbum (lanzado en mayo de 2022), la cantante samplea el pasodoble de “El gato montés” (ópera de Manuel Penella Moreno) mientras le canta a ese sufrimiento tan asociado a la feminidad durante el siglo XX (“ella quiere sufrir, quiero sufrir”). Sin embargo, resulta imposible imaginarse a rebe en la militancia comunista (o prosoviética, como dirían algunos) porque, al contrario de Pepa Flores, decide consciente y exclusivamente mantenerse en la línea superficial, frágil y mayormente televisada de las divas del siglo pasado.

De hecho, esta es una de las principales líneas narrativas de “es que acaso no me oyes??”: la estética de rebe roza la incomprensión, lo vergonzoso y el cringe, formulando un producto completamente en los márgenes que, pese a ello, encaja muy bien dentro del discurso hegemónico. Así, su sexualidad perturbadoramente infantilizada, sus collages kitsch que parecen estar recubiertos de una capa de musgo y el juego con sus simps a través de sus redes sociales demuestra dos cosas: la primera, que la música de rebe sirve a la construcción de su personaje y no al revés; la segunda, que lo marciano de su propuesta encaja muy bien dentro del canon.

Así, el sonido de su nuevo álbum es algo más disonante que el de comienzos de su carrera, pero igualmente digerible con facilidad tal y como sucede con cualquier tendencia retro. “es que acaso no me oyes??” suena como si hace sesenta años todos los españoles hubiesen tenido un personal computer con el Ableton Live en su casa: ya sea bedroom pop, lo-fi nostálgico o cualquier otra etiqueta que se asocie con la artista, lo cierto es que su música suena como si una canción antigua, del mismo modo que sus portadas, estuviese recubierta de una capa de musgo.

Pese a ello, hay algunos cambios de intencionalidad en melodía y dinámicas con respecto a “recuerdos de cuando me aplastó una roca y me morí” (su álbum de debut, de 2019): el último “si yo soy una estrella” de “llévame contigo” es menos dulce que de costumbre y, en general, hay muchas desafinación premeditada (“lejos del mundo y el dolor”, “yo te llevo conmigo al cielo”), como si quisiera despojarse de la imagen de niña / hada de los bosques cándida que ella misma construyó. Hay, incluso, espacio para la cumbia en “llorando en la luna”, sin perder de vista su romanticismo suicida.

Como toda su trayectoria (y sin un cambio disruptivo con respecto a esta), “es que acaso no me oyes??” se construye gracias a sus contradicciones: su erotismo frente a su inocencia, su extravagancia frente a su normatividad o lo armonioso de su producción frente a lo disonante de su técnica vocal conviven en un universo en el que la música no es el núcleo, sino más bien un vértice. ∎