Ry Cooder vuelve a los Estudios EGREM de La Habana para cruzar sus armas con otra guitarra eléctrica, la del cubano
Manuel Galbán del legendario grupo Los Zafiros. Lo acompañan a la isla del Caribe su hijo Joachim, otro buen batería como es Jim Keltner y las hermanas Commagere, Juliette y Carla, para sazonar con algún coro este disco instrumental, donde las doce cuerdas cantan canciones cubanas –y estadounidenses:
“Secret Love”– de amor (
“Bodas de oro”,
“La luna en tu mirada” o la
“María la O” de Lecuona), de fiesta (
“Patricia”, de Pérez Prado, un
“Caballo viejo” lo menos pachanguero posible y
“Échale salsita”, de Ignacio Piñeiro) y de siesta –abre el disco la preciosa nana
“Drume negrita” que inmortalizara el gran Bola de Nieve, aderezada con la
steel guitar de Cooder–.
En La Habana, además de Galbán, los esperan los solicitados Angá (congas) y Cachaíto (contrabajo); juntos parten de un sonido fronterizo muy cercano al de Marc Ribot y Los Cubanos Postizos, y también interpretan a Arsenio Rodríguez en
“Monte adentro”, que los dos guitarristas enfatizan con sus
twang guitars, emulando a Duane Eddy en todo el disco y especialmente en
“Los twangueros”, compuesta por el propio dúo, como
“Mambo sinuendo” (con la trompeta invitada de Herb Alpert) y
“Bolero sonámbulo”. Un paso más allá de la veneración de las estrellas yanquis por los viejos soneros, aquí la amistad cubano-estadounidense germina en un sabroso sonido mestizo. ∎