Resulta terriblemente nostálgico escuchar la última música –aunque nunca se sabe qué hay en los archivos– producida, compuesta e interpretada por Ryuichi Sakamoto (1952-2023). Ya nos pasó en 2018 con la prematura muerte del islandés Jóhann Jóhannsson. Pero también es una alegría comprobar que, en los momentos más difíciles de la enfermedad, el gran Sakamoto fuese capaz de crear partituras tan hermosas como las de “12” (2023), las dos piezas de “Monster”, título de la última película estrenada por su compatriota Hirokazu Koreeda –y premio al mejor guión en Cannes–, o de ofrecer un conmovedor concierto de despedida el pasado mes de diciembre, a tres meses de su muerte.
“20220207” procede directamente del mencionado “12” y es uno de los mejores cortes del álbum. Recuerda al himno medieval “Dies Irae”, atribuido a Tomás de Celano, solo que dispone de una nota modificada, inconclusa. La suspensión de la melodía podría expresar la posibilidad de una vía de escape, pero un pitido maquinal nos devuelve a la cruda realidad. La sucesión de notas al piano evoca un diapasón en correspondencia con el propio título de la pieza: una fecha fugaz. “20220302”, más ligera y breve en duración, ha sido extraída del mismo álbum original.
“hibari”, que en japonés significa “alondra”, desprende un sentimiento navideño que remite a alguno de los temas incidentales de “Merry Christmas Mr. Lawrence” (1983). El motivo en repetición apuntando a una melodía que nunca llega recuerda, por supuesto, a Erik Satie. La belleza incompleta suele ser la más fascinante de todas. “hwit” contiene un arpegio de viola de gamba, otro momento de enorme melancolía, si bien desprovisto del aspecto luctuoso, con el contrapunto de otra viola iluminando el transcurso de la pieza. Ambas tienen su origen en otro de los mejores álbumes no destinados al cine de Sakamoto: “Out Of Noise” (2009).
Los únicos temas exclusivos del disco son “Monter 1”, otra pieza pianística a la que el nipón añadió sus características atmósferas sintetizadas. Se trata de una nueva melodía abierta, esa tendencia oriental –que le pregunten a espías como Debussy– que insufló oxígeno puro a la obra de un compositor que llevaba el estrato melódico impregnado en el alma. La balsámica, esta vez es así, sensación de déjà vu que recorre todo el disco reaparece en “Monster 2”, construida en similares parámetros a los de su primera parte. Todo termina en “Aqua”, una de las composiciones más famosas del Sakamoto en solitario -viene de “BTTB” (1999)-. Esta vez la melodía se desenvuelve a voluntad, consonante, sin diapasones ni disonancias. Ryuichi Sakamoto al desnudo y entregado a la belleza más pura que habitaba en sus manos. ∎
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