The Clash desplegaron en el triple disco “Sandinista!” (1980) todo un abanico de formas de abordar el dub, el post-punk, el reggae, el rock, etc. en nada menos que 36 canciones. Sal del Coche lo hace con el post-punk, la no wave, el hip hop, el punk-funk y hasta el synthpop en tan solo ocho, y una es la intro “Prueba nueva música”, algo así como el número de calentamiento al piano de un jazzman antes del estallido sonoro. Este llega con el enérgico “Año 2000”, la carta de presentación del grupo que destacamos como canción del día en estas páginas. Allí ya se hacían las pertinentes presentaciones; a saber, que el bilbaíno grupo está conformado por dos miembros de los contundentes Vulk –Alberto Eguíluz, al bajo, teclados y voz, y Jangitz Larrañaga, batería, caja de ritmos y voces–; el tercer miembro es Lizardi Ceballos, de Purple Vellocet, a los teclados, saxofón y voz. El disco está ha grabado en los estudios ETEN de Bilbao por Urtzi Iza y Niko Bortolini.

Pese a la citada variedad estilística –en la hoja promocional del sello se indica que para ellos “la idea de género musical es poco más que un estorbo triste y limitador”–, se podría destilar su personalidad a partir de su efervescencia, descaro y ese filo angular de muchas de sus referencias. Para dejar mal al crítico musical que afirma lo anterior, podrían esgrimir de entrada, esquivos que son, “Hernani 3”, que, aparte de una dirección de Bilbao, es un delicado remanso instrumental, con melódica y sintetizadores, evocador del ambiente nocturno y retrofuturista de “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982). Con más referencias del callejero bilbaíno, “Herriko Plaza”, cantada en euskera, es un seductor dub romántico en el que la villa del botxo se le queda pequeña al protagonista, que encuentra recuerdos de su ex en cada esquina. Tras esos dos tiernos momentos, sorprenden con un recitado de rap de regusto quinqui a bocajarro en “El edificio más alto”. También tiene sabor rumbero el bajo que abre “DJDJ” para adentrarse en una atmósfera jazzística de la mano de los enrarecedores teclados y el saxo de Lizardi, culminada con una exhortación al DJ y unos beodos coros propios de altas horas de la madrugada.

El tema titular –un “Mierda de ciudad” (Kortatu) claustrofóbico con lenguaje alegórico– puede traer a la mente al recientemente desaparecido genio de la no wave James Chance y sus Contortions, o a aventajados alumnos como los Crack Cloud más afilados del principio. En “Máquina de humo”, número de cierre, encuentran una interesante veta de pop bailable que se cuela a rueda de un órgano muy Stereolab, con una pegadiza melodía como de cuento lisérgico con las voces invitadas de Julene Gregorio y Brava. La festiva canción incluye en la parte final una especie de epílogo tras unos cálidos aplausos de concierto. Unas circenses notas de órgano dan paso a un breve mensaje de despedida que se cierra con un “nos vemos el fin de semana”. Que digan el lugar y la hora y allí estaremos. Desbarre garantizado. ∎