No conviene perder las buenas costumbres. Una de ellas es aguardar sin prisas el nuevo álbum que Squarepusher publica regularmente en Warp desde la segunda mitad de los años noventa. Tom Jenkinson es un músico que sigue su propio camino, ajeno a las modas y lugares comunes del género. Su música electrónica conforma una de esas obras a las que cuesta regresar pero que mejoran con el paso de los años. “Dostrotime” es uno de los discos más reconocibles y maduros de una carrera caracterizada por no hacer prisioneros ni entre sus propios seguidores o evitar la repetición, algo de lo que suele abominar incluso en el transcurso de una sola pieza.
El confinamiento obligado por el COVID supuso la cancelación de los bolos que Squarepusher tenía previstos tras la salida de “Be Up A Hello” (2020). Lejos de hundirse en la miseria, este inglés solitario se propuso sacar partido a una situación que le ofrecía dosis adecuadas de terror ambiental, un silencio extra que favorecía la concentración y tiempo suficiente para sacar partido a las nuevas ideas. Eso sí, como es habitual entre compinches de generación como Autechre, µ-Ziq o Aphex Twin –Rephlex publicó su primer álbum, “Feed Me Weird Things” (1996), antes de la reedición en Warp–, el título de los cortes no revela el contenido extramusical que haya podido inspirar a su autor, lo cual añade a la obra aún mayor misterio y durabilidad.
“Dostrotime” empieza y acaba con las versiones 1 y 2 de “Arkteon”, pieza instrumental de guitarra con atisbos de melodía que confiere simetría al conjunto en parecida clave a su banda sonora “Daydreams” (2018). Pero la tranquilidad se empieza a acabar progresivamente a partir de la IDM de “Enbounce”, el single muy LFO “Wendorlan”, la batalla de marcianitos infatigables de “Duneray” y la más calmada “Kronmec”. Tras el impasse de “Arketon 2” llega la morriconiana “Holoform”, de nuevo con una guitarra marcando el paso abstracto pero decididamente inmersivo del álbum. El drum’n’bass de “Akkranen” y, sobre todo, de la acidulada “Stromcor” reactivan al bicho salvaje que Squarepusher alimenta en su interior. “Domelash” prosigue con la ensalada de breakbeat que el mago Jenkinson sabe crear sin descomponerse antes de bajar las pulsaciones con el gótico cenobial de “Heliobat” y la tercera toma de “Arkteon”. Es verdad que Squarepusher no puede –ni debe– más que tirar de repertorio, pero su fondo de armario es tan amplio y abierto como cada uno de los discos que publica. ∎
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