Suena un S.O.S. forestal, el faro de una luna llena alumbra una sociedad que arrasa cada signo de humanidad y civilización. Se escuchan rumores y venenos, laberintos y lamentos, cantos de sirenas electrónicas, saturadas de nadar, de existir. Es el tema que da título al tercer álbum de Summer Spree, una juerga agridulce llena de emoción y conocimiento, el proyecto más fértil de Álvaro Muñoz, “Tarik”, cordobés universal de los 60, de los 80 y de los nuevos años 20 de un siglo tan joven de edad como cadáver en espíritu.
Desde que se abre esta puerta hasta que se apaga la luz en “Outro”, hay diez composiciones de pop cosido con latidos eléctricos y palabras sedosas, composiciones magistrales, versos dolientes e imágenes escapistas. El saludo tecnopop de “Google Bonita” es uno de esos sobres que hibernaron en un cajón, con arrugas amarillentas en sus páginas. Al abrirlo, aparece una fotografía que contiene la música de un amor casi olvidado. La historia de siempre, pero ahora estimulada, sacudida, revelada por Google Maps. Tras la estrofa más aséptica de la poesía de la experiencia: “Y dentro de un tiempo / Cuando Google pase por allí otra vez / saldrá otro en la foto / esperando en la puerta de El Corte Inglés”, llega un tarareo de etiqueta y protocolo que conduce a otra salmodia ingenua y pueril, es decir, mágica: la que inicia “En un espejo roto”, la confesión de una historia de crimen y autocastigo, o el aleteo de los hits disco italianos dentro de un suspense cruel.
El baile se detiene con una intro propia de Azul y Negro, de Casal, de Propaganda… Pero es otro truco: una red invisible y abrumadora que rescata una de las grandes canciones del primer álbum de Tarik y La Fábrica de Colores: el seminal “Entonces por qué” (“Tarik y La Fábrica de Colores”; Ediciones Senador, 1990).
Y otro grito sordo, un nuevo aullido feroz, es el cordón umbilical que anuncia una de las mejores canciones del disco: “Volvo verde”, baladón triste y lúcido, vehículo inmenso, detenido en el tiempo, desde el que es posible viajar al dolor y a la ausencia. Quizá la soledad tiene el color de la esperanza. Es en temas como este o como en el inasible “Te espero en el parque” (en el que un sample del “Vete” de Los Amaya actúa como brújula de un diálogo imposible entre la rumba coja y la música de la ciencia ficción) donde Tarik demuestra otra vez que ha adquirido la gozosa confianza del que nada tiene que perder. Por eso se atreve a jugar con todo. Con las palabras, con los arreglos, con los coros, con los efectos, con las melodías, con los recuerdos; con la vida, al fin.
La refrescante voz de Cabiria aparece en “Llévame a la feria”, un desquiciado gusano loco de loops y teclados de choque que debería haber sido la banda sonora de las fiestas populares de la España pospandémica. Un mar dulce repleto de confeti sonoro. El ecuador del disco lo protagoniza una de las canciones más atrevidas de la trayectoria de Tarik: “Sofá de escay”. Bellísima letanía que asume una suerte de manifiesto anticapitalista, con derroche de muescas sonoras y versos hirientes y exactos (“Ay, cómo odio / vuestra música de pijos / esas fotos / en la playas de España”). Su final instrumental supone la única concesión a los recursos eléctricos en un álbum descaradamente electrónico.
El silencio seco y casi posapocalíptico que deja esta canción se vuelve fiesta y tormenta con “Leones en la lluvia”, una de las piezas más nostálgicas y a la vez luminosas del álbum, que ya estaba en “Parque Figueroa” (Autoeditado, 2017), el primer EP de Summer Spree. Es un buen empujón para llegar a “Declivia”, una delicia hecha a golpes de tos de piano y de reproches en la que no hay límite para el baile de las melodías y de los afiches de la memoria (“Deja / en el aparador de tus defensas / las penas que me traigas ahora nuevas / completa ya la colección)”.
Por último, “En la retirada” es, probablemente, el gran hallazgo del álbum. Una canción política, radiante, atemporal, épica (“Buscaste fortuna entre los muertos / de tierras lejanas / Y ahora pagarán por tus pecados / tus hijos…”) . Este adiós sabe a funeral, a crematorio, al humo que adquiere el color de la venganza. Y está a la altura de obras como “Oyendo canciones”, “Porque es domingo”, “La hora más fría” y “On The Radio” (“On The Radio”; El Hombre Tranquilo, 1998).
“Licantropías” es, como mínimo, un nuevo paso de baile en la sugerente e inescrutable pista de Álvaro Tarik. Y, además, una exquisita síntesis (¡sintetizada!) del pesimismo antropológico de Hobbes y la tendencia distópica y amarga de J. G. Ballard, pulverizada con el vapor de un perfume neovintage. ∎
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