Lo que hace casi tres décadas pareció nacer predestinado al consumo más efímero y hedonista, me refiero a variantes de la música electrónica de baile como el big beat, aquel techno-punk trotón empeñado en reventar el climalit de los salones de estar y otros espacios menos privados, parece haberse quedado cristalizado para siempre en las producciones de The Chemical Brothers, seguramente sus únicos supervivientes con denominación de origen. Pero las cuidadas producciones de Tom Rowlands y Ed Simons hace tiempo que superaron, a base de insistencia y buen hacer, los atajos de las simples etiquetas para convertirse en garantía de diversión auditiva, no necesariamente focalizadas al directo, aunque es verdad que siguen representando algo así como el rock del tecno –con o sin hache intercalada–. Así lo certifica “For That Beautiful Thing”, su décimo álbum, el primero desde el coral y menos expansivo “No Geography” (2019).
Las vacas sagradas del techno-house británico entregan un nuevo producto arrasapistas producido por ellos mismos y registrado en su propio estudio de grabación. Como expertos DJs que son –la mayor parte de los colegas de su generación se iniciaron en esa misma escuela–, The Chemical Brothers son maestros en el control de los tiempos y de los efectos que esto produce en la psique del oyente. Básicamente emocionales, como la euforia y, en buena medida, la nostalgia. Ambas ganan el primer premio ex aequo de esta música cimentada en los estratos inferiores de la disciplina: los timbres –después de una amplia exposición a su sonido, es imposible que no suene alguna campana en cada uno de los meritorios once cortes del álbum– y, obviamente, el ritmo, con predominio del lujoso cuatro por cuatro que saben pilotar con renovados cambio automático y dirección asistida.
Siendo un trabajo previsible, “For That Beautiful Feeling” tampoco debería defraudar a nadie. Si sus actuaciones en directo se ciñeran exclusivamente a esta nueva colección de temas, donde no todo son bombazos ácidos como “No Reason”, podría pasar que nadie echara de menos sus grandes éxitos. Así de efectiva sigue siendo la pócima. Mientras que el motor de los más melódicos Orbital –los hermanos Hartnoll sí son familiares de primer grado– parece haber gripado hace tiempo, The Chemical Brothers aún se las apañan para sonar frescos a pesar de que el repertorio de dinámicas, trucos y usos es el que es, como los arreglos vocales que introducen a base de sampler y presencias como Beck en “Skipping Like A Stone” (en 2015 hizo también con ellos “Wide Open”), y la cantante gala Halo Maud (artista del sello Heavenly) en las vitalistas “Live Again” y “For That Beautiful Feeling”.
The Chemical Brothers saben sacar buen partido al alopécico oficio de technohead. Otro ejemplo es “The Weight”, donde la túrmix alquímica de la pareja de hecho mezcla dub pegajoso, techno progresivo, toques clásicos de synthpop y arengas populistas como “who’s gonna take the weight, who’s gonna take the blame”, que sirven igual para un roto que para un descosido, dos efectos habituales en cualquiera de sus exigentes conciertos. También cortes como “Feels Like I’m Dreaming” prometen pisar fuerte –de hecho, ya lo hace en los sets del dúo– con su house hiperactivo y vertiginoso antes de transitar hacia el ambient vocal del programático corte que da título al disco. Inspección aprobada, motores en marcha y todo listo para que la máquina gire en aras de ese sentimiento tan bello y optimista que todos necesitamos –unos más que otros– mientras el mundo se desmorona. ∎
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