Sorpresa, sorpresa. Justo cuando Radiohead ultiman su nuevo golpe maestro e internet se convierte en un hervidero de rumores a propósito de la continuación de “Hail To The Thief” (2003), va y aparece de la nada el debut en solitario de
Thom Yorke. Un disco que, sin aviso previo, se presta a dos lecturas complementarias: o bien al de Oxford se le ha quedado pequeña la épica experimental de Radiohead o bien anda rumiando la posibilidad de darle carpetazo a la banda y echar a volar sin red de seguridad. Sea como fuere, lo que queda claro en
“The Eraser” es que a Yorke lo azotan unas inquietudes algo más extremas y de índole más electrónica que las que reflejan discos como “Amnesiac” (2001) y “Hail To The Thief”. No es un capricho de estrella. Esto es de verdad.
Oscuro, angustiado y a vueltas con el existencialismo, “The Eraser” se sirve de un arsenal de bases brumosas y caseras para dar forma a los sueños y pesadillas que Yorke ha ido almacenando durante los dos últimos años. Por más que haya retazos de piano y algún que otro arañazo de guitarra, es este un álbum eminentemente electrónico –
“Cymbal Rush” se lleva la palma–, fabricado a base de
beats minúsculos y ritmos repetitivos. De hecho, se diría que, de principio a fin, “The Eraser” reúne lecturas alternativas y nuevos puntos de fuga a propósito de “Everything In Its Right Place” e “Idioteque”, los dos temas más abiertamente electrónicos de “Kid A” (2000).
Lo más curioso del caso es que, despojado de adornos instrumentales y con una tesitura vocal más comedida que de costumbre, Yorke no solo no pierde de vista el formato de canción, sino que lo refuerza en piezas como
“Analyse”, las acertadas
“And It Rained All Night”,
“The Eraser” y
“Harrowdown Hill” o esa apropiación de ritmos negros que es
“Black Swan”. Elimina adornos, hace de la experimentación un medio antes que un fin y afina la puntería para dar con un disco que puede gustar incluso a quien no comulgue con el ideario de Radiohead. Superada la prueba del algodón, solo queda esperar a ver si “The Eraser” funciona como prólogo al nuevo álbum de la banda británica o si, por el contrario, grupo y cantante han emprendido dos direcciones diferentes. ∎