Ya que por algún sitio hay que empezar, hagámoslo por el sobrecogedor alarido de “Bull Believer”. Tres minutos de desgarro casi insoportable, de llanto de “The Kids” de “Berlin” (Lou Reed, 1973) elevado a la enésima potencia, de furioso enjambre de angustias y desconciertos saliendo a chorro de la garganta de la cantante y compositora Karly Hartzman. Se grabó a la primera, mientras el resto de la banda mataba el tiempo jugando a videojuegos, y encapsula a la perfección el espíritu de un disco hecho de alaridos y angustias. De desconciertos y oscuridades. “Nothing will ever be as vivid as the darkest time of my life”, cantará Hartzman dentro de un rato, casi al final, en “What’s So Funny”. Una canción que, en efecto, de divertido tiene más bien poco.

“We always started by tellin’ all our best stories first / So now that it’s been awhile, I’ll get around / To tellin’ you all my worst”, resume la cantante en “Chosen To Deserve”. Otra vez la oscuridad. La fatalidad, a hombros de un riff musculoso y dejándose atropellar por una guitarra rebozada en distorsión y un pedal steel que asoma la cabeza en el momento justo. ¿Country-punk? ¿Grunge meets americana? ¿Rock sureño para centennials? Nada de eso. Simplemente Wednesday, quinteto de Asheville, Carolina del Norte, saliendo de órbita con su mejor disco hasta la fecha, y dejando bien claro que lo de andarse por las ramas es cosa del pasado.

No hay más que ver (y escuchar) cómo Hartzman se abre en canal, revuelve armarios a los que hasta ahora solo se había acercado dando rodeos con metáforas y perífrasis, y sorprende por lo descarnado de las confesiones. Sexo casual en coches y callejones. Alcohol para que la vida no parezca una operación sin anestesia. Aparcamientos y sex shops. Fiestas que apenas consiguen disimular la soledad. Vacíos y silencios. Y muertes. Sobre todo muertes.

Porque rara es la canción de este “Rat Saw Good” en la que todo el mundo sale con vida. Un piloto de carreras, la abuela, la narradora de “Hot Rotten Grass Smell”... “To die, we’d have to settle up”, que canta en ese prodigio narrativo que es “Quarry”; la vida en los suburbios resumida en cuatro minutos de piojos, incendios y embarazos accidentales, peleas en calzoncillos, y redadas en casas pareadas que resultan ser escondrijos de la mafia.

“Twin Plagues” (2021), con sus melodías de desguace y sus febriles erupciones de electricidad, ya prometía, pero “Rat Saw God” es aún mejor. Una colisión múltiple entre Drive-By Truckers, The Breeders, Big Thief y Hole. Un mano a mano entre las versiones más oscuras y aceradas de Courtney Barnett y Snail Mail que se traduce en uno de los discos de la temporada. Un amasijo de punk y country, de distorsión desmedida y delicados apuntes melódicos, con el que Wednesday resucitan el rock de los noventa a base de descargas eléctricas a cada cual más intensa.

Un catálogo de himnos contrahechos y retorcidos, canciones de atractivo extraño y desconcertante, de los que cuesta horrores despegarse. Si alguien rodase una versión menos sobrenatural y (aún) más inquietante de “Yellowjackets”, “Rat Saw Gods” sería, sin duda, la mejor banda sonora posible. ∎