Dentro de la rama folk de los años setenta, pocos agravios habrá más duros que el padecido por Willie Dunn (1941-2013), quien, a lo largo de estas cuatro últimas décadas, sufrió un vació absoluto por parte de la industria musical.

Autor de cuatro LPs de estudio, publicados entre 1971 y 1984, su errática carrera musical dio para un fructífero ramillete de canciones atemporales, como las que pueblan esta sentida retrospectiva a su arte, desplegado en torno a la diversidad de registros de la materia prima folk. En este sentido, quizá no haya ejemplo más representativo que el barroco spoken word in crescendo de “The Pacific”, nueve minutos de espectro bluesy que valen por toda una trayectoria, y que no desentonarían en el “Greetings From L.A.” (1972) de Tim Buckley.

Dotado de un tono vocal digno de la solemnidad lírica de Leonard Cohen, al igual que este, Dunn también provenía de la comunidad folk de Montreal y, como el bardo de “Suzanne”, también era capaz de suspender las palabras en la atmósfera, tal que en la acústica desnudez sepulcral de “Oh Canada”, pero también en gemas del calibre de “Peruvian Dream (Part 1)” y “Charlie”, en las que tiende paralelismos con el legado vocal del pájaro herido Gene Clark.

Canciones tan tristes como “Charlie”, donde cuenta la historia real de un niño de Ojibwe que se escapó de casa a los doce años y jamás regresó, expresan el carácter documentalista de sus letras, prendidas de una clara vocación crítica respecto a las injusticias vividas por el pueblo indígena canadiense, al cual pertenecía. En este sentido, no es casualidad que una canción, sembrada de celebración con violines danzarines, se titule “Louis Riel” ni que su tema más conocido sea “I Pity The Country”, en el que arremete contra el colonialismo vivido en su país.

Tanto en este último como en el resto de veintiún cortes que conforman este “Creation Never Sleeps, Creation Never Dies: The Willie Dunn Anthology”, todo avanza alrededor de su eje gravitatorio barítono vocal, majestuoso en “Broker”, pero siempre revestido de toda clase de matices estilísticos no muy lejanos a vanguardistas folk como John Martyn. En definitiva, elementos más que sustanciosos como para no dejar pasar, otra vez, la ocasión de adentrarnos en el legado de tan mayestático activista, también conocido por sus incursiones políticas y su pasado como director cinematográfico. ∎