Cierro los ojos, olvido que estamos en 2022 y que publica el sello de Saint Etienne. Intento averiguar a qué me recuerda esta banda de Todmorden (Yorkshire) y no logro caer de la parra. Unas veces usan ritmos jungle –su revival llega al rock–, otras se anclan en los turbios fondos del minimal synth, más tarde saltan a Detroit… Pero no, esto es post-punk. O mejor, electro-punk. Eso sí, del bueno, con todo el terror, la paranoia, los coros ominosos y las parcas grises con aroma a naftalina y lavanda. “Bleak Is My Favourite Cliché”, cantaban con sorna Soft Cell en 1980.
“Fear Fear” es su segundo álbum y Syd Minsky-Sargeant, líder absolutista de una “banda” cuyo nombre habría hecho sonreir a Mark E. Smith –The Fall–, con quien lo comparan. Es un letrista más descuidado, pero con él guarda descaro y afición por laminar a miembros del grupo. En realidad, “Fear Fear” lo grabó él solito con la ayuda de Ross Orton –M.I.A., Add N To (X), Artic Monkeys, Tricky…– en el estudio que este último tiene en Sheffield. Y aquí llega otra conexión ilustre: Stephen Mallinder, que en 2020 remezcló un tema de su primer disco, “John Cooper Clark”, y con quien se gesta una colaboración. Con él comparte afición por distorsionar la voz.
“Fear Fear” contiene dos tipos de piezas. El pop obsesivo y secuenciado de “Widow”, con un uso enérgico de los sintetizadores, un poco entre Colder y Gary Numan, o la vertiginosa “Cut”, que se sitúa entre Wire y los primeros OMD. Estos cortes transmiten accesibilidad, pero también tensión, navajazo y un síncope vocacional. Después tenemos los temas más abruptos y percutantes, como “19” –la edad de Syd cuando grabó el disco–, “Ploys” –muy Kraftwerk, con vocoder y todo–, la misma “Fear Fear” o “Rapture”, más cerca de The Chemical Brothers o LCD Soundsystem.
Dudo que en otras épocas de la historia haya dado menos reparo asomarse a la realidad, pero miedito hay para ir y vender ahora mismo. “Fear Fear” recoge ese sentimiento, bastante lógico en un chaval que ha dejado la adolescencia a ritmo de COVID, cambio climático y presidentes estrafalarios. Y lo hace en forma de diez trallazos de after punk electrónico aderezado –ya solo de vez en cuando vista la deriva synth de WMC– con guitarras dignas del mejor John McGeoch (Magazine).
El eclecticismo cualité parece ser el cliché favorito de Heavenly Recordings. Porque caer en los tópicos de género es un peligro real para un proyecto de post-punk electrónico como Working Men’s Club. Minsky-Sargeant lo evita armándose de un repertorio variado en ritmos y texturas que dan esquinazo a la monotonía en la que a menudo incurren proyectos como The KVB. O con buenas canciones, como “Circumference” o la poderosísima “The Last One”, donde la simpleza del título se compensa con la incorporación de unos cinematográficos arreglos de cuerda que no avanzan miedo, sino un futuro esperanzador para Syd. ∎
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