EP

anti

en américaAutoeditado, 2025

11. 04. 2025

El mismo anti, alias creativo de Tito Pintado, lo reconoce en la nota que acompaña a su nuevo EP: no es que sea ni el tipo más constante del mundo ni el más prolífico. Pero su obra, sin embargo, es interesante y estimulante, siempre merecedora de una revisión, desde los tiempos en los que impulsó la protoescena indie nacional como vocalista de Penélope Trip –abanderando el llamado noise pop y el Xixón Sound– o formando junto a David Rodríguez –por entonces en Beef y a punto de formalizar La Estrella de David– los casiotónicos Telefilme hasta su último trabajo largo como anti, “antiaventura”, lanzado en 2009 por la Federación de Universos Pop.

Han tenido que pasar más de quince años para que este esquivo no-músico vuelva a compartir canciones con el mundo, y lo hace casi como acudiendo a una llamada: si “antiaventura” respondía en cierto modo con su fiesta tropical de bajo presupuesto en la cocina a la debacle económica de 2007, los tres temas que forman “en américa” llegan justo cuando volvemos a hablar en términos de crisis por culpa de los aranceles de Trump, pero también en un momento de aparente distopía, entre guerras, genocidios, retrocesos ideológicos, bravuconadas políticas y amenazas nucleares. Hay, de hecho, hilos conductores entre ambos trabajos, como queriendo compartir la reflexión de que los problemas que nos asolan como sociedad no son ya bucles históricos completos, síntesis que son tesis para una nueva antítesis, sino más bien actualizaciones de un sistema estropeado.

El universo que dibuja este EP es un 2.0 de un mundo ya colapsado: “Las máquinas” de 2009 eran algo aspiracional, la declaración de la intención de anti por confundir su voz con el software en la línea de artistas como Dntel, Lali Puna o Broadcast; las de 2025 “saben hacer todo lo que hay que hacer”, “besan con auténtica emoción” y “matan”, “saben hacer música” y “bailan”, y sin embargo han acabado asesinándose entre sí como en “Pluto” (Naoki Urasawa, 2003-2009), sangrando aceite en un sótano abandonado. “Las máquinas bailan” lleva inscrito en su código un bolero de Pancho Céspedes computerizado, pero por fuera es una abstracción IDM con algo de glitches y cacharrería posdigital, y define en mucho esta sutil evolución hacia un estadio más del minimalismo electrónico y lo-fi por parte de su autor. La titular “En América” es una pieza de ambient construida con los fragmentos digitales y sonoros de una América descompuesta que puede llegar a recordar a more eaze. Y “Radio”, aun dejándose llevar por una pulsión más pop, se mantiene en los terrenos más oscuros e introspectivos de The Knife y apuesta por un letra críptica que homenajea al “Radioactivity” de Kraftwerk y está plagada de lo que parecen bromas privadas.

En las tres canciones, en cualquier caso, se cuela siempre algo de luz. Un atisbo de humanidad, quizá; esa esperanza que ha de seguir brillando, en algún lugar, para alumbrar el camino de todo aquel que decide compartir con el mundo algo de música honesta. Ojalá que a anti no se le apague nunca del todo y siga sorprendiéndonos, cuando quiera, con destellos como este. ∎

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