El mundo de la música neoclásica se confunde en muchas ocasiones con lo que en los años ochenta se conocía como “new age” o música de la nueva era. Si en su momento estaba clara la diferencia entre la new age y la vanguardia, en la actualidad se suele afirmar que cualquier pianista delicado está “influido por Philip Glass”, y el que lo dice se queda tan ancho… Pero no es así. En realidad, gran parte de la música neoclásica actual tiene más que ver con George Winston o Kitaro que con los padres fundadores del minimalismo, y el problema es mucho más peliagudo, porque la new age siempre ha sido una música simplona, ombliguista y autorreferencial, un puro adorno para escuchar en el lobby de un hotel con ínfulas pero sin auténtica clase: el equivalente a la decoración si quisiéramos diferenciarlo del arte.
Valga el preámbulo para situar al alemán Nils Frahm (Hamburgo, 1982), porque, sin demérito alguno, no se le puede calificar, en puridad, de “vanguardista”, pero tampoco es un ñoño creador de música de amueblamiento (respetemos a quien creó el “género”, Erik Satie, por ser un creador iluminado, pero no a sus nietos y bisnietos, autores, tan solo, de melodías bonitas sin profundidad alguna). Frahm es, posiblemente, el más sólido de los músicos de esa tercera vía que consiste en dotar de alma a lo bonito, sabiendo exprimirle el jugo a los elementos compositivos que fueron vanguardia y que hoy, sin resultar fáciles o simplones, entran sin problema en el oído de un oyente no demasiado entrenado.
Grabado en la Gran Sala Pierre Boulez del edificio de la Philharmonie de París el pasado 21 de marzo, “Paris” es el tercer álbum en directo de Nils Frahm –después de “Spaces”, de 2013, y “Tripping With Nils Frahm”, de 2020– . Son apenas diez temas, pero tiene una duración de 84 minutos. Las actuaciones de Frahm siempre se han caracterizado por ampliar lo que ofrecen sus grabaciones de estudio, y “Paris” no es una excepción: Frahm es de la opinión de que la presentación en directo de un disco no tiene por qué ser un calco mimético de lo elaborado en el estudio, sino el punto de partida para nuevos arreglos; además, a lo largo del transcurso de las giras las piezas evolucionan y llega un momento –él lo sitúa “aproximadamente a los dos tercios de la gira”– que considera el “mejor momento para grabar el programa”, porque ya se ve realmente en qué se ha convertido el material de estudio original, aunque solo sea por el despliegue de instrumentos con que se hace acompañar desde hace pocos años: varios tipos de teclados, incluido un viejo Rhodes y una serie de sintetizadores modulares y polifónicos, una armónica de cristal –construida por Gerhard Finkenbeiner, un maestro soplador de vidrio que, en la década de 1980, resucitó ese viejo instrumento inventado por Benjamin Franklin en 1761– y su famoso órgano de tubos controlado electrónicamente, que emplea más como un arpegiador de sintetizador que como un instrumento acústico, y algunos pequeños instrumentos de percusión.
En esta ocasión, el compositor y productor alemán reelabora temas de varios álbumes –“You Name It”, de “Day” ( 2024); “Briefly” y “Right, Right, Right”, de “Music For Animals” (2022); “Hammers”, de “Graz” (2021); “Spells”, de “All Encores” (2019); “Our Own Roof”, de “Music For The Motion Picture ‘Victoria’” (2015); “Some”, de “Solo” (2015), y “Re”, de “Screws” (2011), reconocibles, pero sensiblemente distintas, y no solo porque en “Paris” haya empleado sintetizadores en vez de piano acústico, como sucedía en alguna de las obras originales, salvo en “Hammers”, que mantiene el piano para este subyugante ejercicio de virtuosismo “con propósito”– y añade al conjunto un par de joyas inéditas, la pieza con la que se abre el concierto, “Prolog” –creada expresamente para sus directos, pero que Frahm lleva tocando durante bastante tiempo, retocándola y transformándola una y otra vez–, y la breve, pero cautivadora, “Opera”.
La posibilidad que se nos ofrece de poder comparar la grabación en simple audio con la versión en vídeo nos permite comprobar que, lejos de ser un instrumentista estático, Nils Frahm “suda” la gorra (en este caso, su boina de repartidor de periódicos, un elemento ya característico de su atuendo, como en Steve Reich lo es la gorra de béisbol) en algunas de las composiciones que podemos comprobar empíricamente –es el caso de “Right Right Right” o “Spells” o, incluso, en “Briefly”– que son más ágiles que la meliflua imagen que algunos pueden tener del alemán.
Dado el cuidado extremo con que Frahm sonoriza sus conciertos y ese concepto de evolución casi continua de sus composiciones, podemos concluir que este disco es, en general, una versión mejorada de esos temas previos. Lo que ya sucediera en “Tripping With Nils Frahm” –con esa impresionante versión de “Fundamental Values” (incluida originalmente en “All Melody” y que quedaba opacada por casi todos los otros temas de ese álbum genial de 2018), más del triple de larga de lo que era inicialmente, a la que mejoraba enormemente en su versión de directo, como si la pieza original hubiese sido un simple boceto–, sucede ahora, por ejemplo, con “Right Right Right” o “Hammers” –el doble de largas que su versión de “Music For Animals” o “Graz”, respectivamente–, nuevamente superiores en estas versiones que aportan infinidad de nuevos matices a unas composiciones que ya eran de por sí colosales. Lo contrario sucede con “Briefly”, que recorta casi diez minutos su extensión original: un ejercicio de concisión que también resulta acertado en esta oportunidad. Aunque solo fuera por la extraordinaria versión de “Re” que nos regala ahora, aún más bella que la de “Screws”, merecería la pena hacerse con este disco. ∎
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