Veréis, la aventura viene en muchas formas y medidas, como que te corten el pelo o enamorarte. Incluso ponerte al volante y coger una carretera secundaria puede ser un sublime acto de fe y también un enorme acto de coraje. Son palabras que dice el personaje de Chris Stevens, el exconvicto locutor radiofónico, en un capítulo de “Doctor en Alaska”. Y que pueden servir para expresar qué nos ha querido reflejar el canadiense Ron Sexsmith con su decimoséptimo disco, “The Vivian Line”, bautizado precisamente como una ruta rural cercana a donde vive, la localidad de Stratford, en la provincia de Ontario (ha dejado atrás Toronto). Varias de las letras de este álbum, la mayoría, no menos, podrían haber servido a los guionistas de la citada serie para que con ellas Chris despertarse a los habitantes de Cicely desde su programa “Chris In The Morning”, como si fueran cálidas fotografías sobre las pequeñas cosas de la vida.
Esas instantáneas, nada apocalípticas y agarradas a un constante pensamiento positivo sobre las experiencias comunes, a historias cotidianas sobre los retos de cada día, desde los más domésticos hasta buscar el cariño y no perder la fe, o viceversa, vienen envueltas musicalmente en una suerte de pop atemporal (facción folk-pop con especias suaves y templada exuberancia) que, con Burt Bacharach habiéndonos dejado hace tan poco, reconforta. Y que hace perfecta justicia a una ocurrencia publicitaria, “Half man, half melody”, que se está utilizando para promocionar este lanzamiento.
Porque en esta docena de piezas y sus treinta y tres minutos todo se encuentra al servicio de la melodía, desde la forma de cantar, como si Ron fuera un Colin Blunstone (The Zombies) con más sosiego, y con menos vibración frente al micrófono que en sus inicios, hasta la instrumentación, más orgánica que la que ha utilizado en otros trabajos, pues aquí los vientos y cuerdas ocupan el lugar que en discos anteriores ha correspondido a teclados lanzando loops y sintetizadores vintage. Ni mejor ni peor, igual de bien, pero sin rarezas. Se ha grabado en Nashville, con el productor Brad Jones, que ya había tocado el bajo en tres LPs previos de Sexmith –“Other Songs” (1997), “Whereabouts” (1999) y “Blue Boy” (2001)-, sacándole brillo a los arreglos. Puliendo.
Hay algunas cosas con las que nunca debemos jugar, es mejor dejarlas en paz. Sí, eso está bien, porque la felicidad no es tener cosas, ¿verdad? Es formar parte de ellas (esto también es de Chris Stevens en “Doctor en Alaska”; y así volvemos al principio de este texto y cerramos el círculo). ∎
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