La pandemia la ha mantenido casi un año parada, sin actuaciones en directo. Se puede decir que su última actuación tuvo lugar en el teatro Principal de la localidad gaditana de Puerto Real el 11 de marzo del año pasado. Podéis imaginar qué sucedió a continuación… “Solemos bromear diciendo que aquella fue ‘La última cena’ –recuerda, en conversación mantenida a través de FaceTime, durante el temporal de nieve que azotó Nueva York recientemente, tan solo un par de semanas después de que la tormenta Filomena sembrara el caos en Madrid y el centro de la Península Ibérica–, porque después de ese concierto tuvimos que cancelar el resto de nuestra gira europea y volver a casa. Fue un concierto genial y la cena posterior fue increíble. Después, todo se vino abajo y, desde entonces, solo he realizado un par de conciertos a través de internet. Miento: participé en un concierto al aire libre este pasado verano, pero el último concierto de Code Girl con público fue el de Cádiz. Después he estado, básicamente, en casa todo el año. La parte buena es que he podido componer mucho; para eso, ha sido genial y me siento muy afortunada en ese sentido: he podido practicar mucho con la guitarra y ha sido agradable tener un descanso de tanto viaje constante y dedicarme a trabajar, escribir y dormir mucho. Pero la realidad es que ahora echo de menos viajar y la música en vivo. O, incluso, simplemente tener interacciones sociales con la gente o verla en persona, no limitándome a mirar una pantalla todo el tiempo”.
“Artlessly Falling” (Firehouse 12, 2020), el álbum aparecido a finales de octubre del año pasado, no es, curiosamente, fruto de la pandemia. El disco se había grabado en diciembre de 2019 y contó con la sorprendente presencia, como cantante invitado, de Robert Wyatt, figura mítica del rock progresivo de los años 60 y 70, en los que formó parte, como batería, de Soft Machine y Matching Mole, dos de los nombres imprescindibles del llamado Sonido Canterbury, antes de quedar parapléjico en un absurdo accidente al caerse, borracho, de un cuarto piso durante una fiesta de cumpleaños.
Wyatt había anunciado en 2014 que dejaba la música, pero Halvorson no se amilanó ante ese inconveniente. “Me he mantenido en contacto con él durante varios años, principalmente por correo electrónico –explica la guitarrista–. Y siempre le enviaba por correo mis discos cuando los publicaba. Siempre había sido una gran admiradora suya y mi sueño era que cantara en el disco. Había leído que ya no hacía música y pensé: ‘No lo va a hacer’. Pero también pensé que lo peor que me podía pasar sería que me dijera que no. Así que cuando me respondió y me dijo que sí, que le encantaría, me alegré muchísimo”.
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