Fernando Vacas, entre la soprano Auxi Belmonte y la guitarrista Luna La Hara. A continuación: Teresa Jiménez, Valentina Levchenko. LADAN, Shira Golán y Lola Jiménez (caras completas en la imagen). Foto: Concha Vacas
Fernando Vacas, entre la soprano Auxi Belmonte y la guitarrista Luna La Hara. A continuación: Teresa Jiménez, Valentina Levchenko. LADAN, Shira Golán y Lola Jiménez (caras completas en la imagen). Foto: Concha Vacas

Concierto

“Floating In The Air, Peace In Our Hands”: hay una paz que nunca se apaga

La conmovedora apuesta de Fernando Vacas –ayer presenciamos su estreno en el Centro de Creación Contemporánea C3A de Córdoba– se convierte en un acontecimiento social, local, universal, imparable y brutal, que nos recuerda que la paz es una elección y, como sentencia Estrella Morente, el único proyecto realmente importante. Esta colosal victoria de la voluntad significa que, todavía, todo es posible.

21. 03. 2025

Sustentada por un sólido argumentario filosófico, histórico y políticamente activo, la idea de lanzar desde Córdoba un himno por la paz en el mundo parecía, de entrada, algo muy atractivo pero demasiado complejo. La universalidad del proyecto Floating In The Air, Peace In Our Hands”, la diversidad geográfica y estilística de sus fuentes y de sus representantes, el entramado artístico que le servía de red y, a la vez, de resorte… todo remitía y conducía a un peligroso equilibrio entre el entusiasmo y el peligro, la necesidad y el riesgo, la oportunidad y la batalla, aunque se tratase de una batalla por la paz. Era muy fácil caer en la demagogia y en los discursos baratos, pero el mensaje fue exquisito, valiente e inspirador.

Durante los dos últimos años, el compositor, productor e ideólogo Fernando Vacas ha desarrollado una obra magna que ha dado en denominar “sinfonía”, con la libertad que caracteriza su infinita trayectoria: fue líder de Flow y creador en Prin’ La Lá, el Vallellano de la ópera flamenca “A través de la luz” (2018), productor de Russian Red, Howe Gelb, María de Medeiros o Remedios Amaya; también compositor de bandas sonoras y el jefe del sello Eureka, entre otras infinitas acciones, ideas y saltos al vacío.

R.U.T, Estrella Morente y Shira Golán: tres voces por la paz. Foto: Concha Vacas
R.U.T, Estrella Morente y Shira Golán: tres voces por la paz. Foto: Concha Vacas

Coincidiendo con el equinoccio de primavera, otro símbolo –de cambio, renovación y apertura hacia la luz– en este jeroglífico extraterrenal, la puesta de largo de “Floating In The Air, Peace In Our Hands” ha reunido tantos apoyos y participantes como dificultades y fuegos (enemigos y amigos). La apuesta, por inédita, ambiciosa y urgente, tenía todas las papeletas para no resultar tan perfecta como merecía. Y, sin embargo, lo ha sido. Perfecta. Urgente. Necesaria. Y ya, sí, para siempre.

Promovida por la Fundación Artdecor, producida por Leplató y Eureka, con el respaldo de la Fundación TBA21, Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, la Diputación de Córdoba y el propio C3A, y apoyada por las gentes, los bares y las asociaciones de la mitad de esta ciudad, la naturaleza salvaje y rebelde de “Floating In The Air, Peace In Our Hands” se fue deshojando sobre el escenario de la mágica Caja Negra del C3A. Más de cien artistas de todas las edades y latitudes regalan, durante una hora casi exacta, un festival de armonía, comunidad, talento, guapeza y amor. Hasta el Guadalquivir se desborda con esta lluvia de lágrimas de emoción.

Orquesta Joven de Córdoba con Michael Thomas a la dirección. Foto: Concha Vacas
Orquesta Joven de Córdoba con Michael Thomas a la dirección. Foto: Concha Vacas

Bajo la batuta de Michael Thomas (sí, el miembro original de Brodsky Quartet, grupo de cámara que ha trabajado con Björk, Elvis Costello, Paul McCartney o Kiko Veneno), la impecable Orquesta Joven de Córdoba interpreta las partituras de Vacas y, sobre sus raíles, avanzan las estremecedoras voces llegadas de todas las latitudes, y arrojan un mensaje que es un grito y también un susurro: “It’s now or never: Peace is in our hands”.

Antes del concierto, conducidas por el conocimiento y la voz de May Gañán, la israelí Shira Golán, la ucraniana Valentina Levchenko y la estadounidense Sara Lee Guthrie (nieta del valiente Woody Guthrie), tres mujeres que viven en auténticas zonas de conflicto (no, no es una errata: en Estados Unidos está el germen de casi todas las guerras), lanzan un manifiesto que predispone al público que abarrota el espacio Caja Negra a escuchar lo que viene a continuación: una pieza estructurada en cuatro movimientos en la que se reproduce y se revive la belleza y el caos del siglo. Hay miedo, confusión, luces, tormentas...

Shira Golán, Valentina Levchenko, May Gañán y Sara Lee Guthrie. Foto: Concha Vacas
Shira Golán, Valentina Levchenko, May Gañán y Sara Lee Guthrie. Foto: Concha Vacas

Todo empieza como la banda sonora de una película aún por filmar. Las cuerdas y los vientos arrullan un clima de angustia y desesperanza, un anuncio inquietante de lo que está por llegar. Y lo que llega, en el segundo movimiento, es la guerra, sus entrañas, su violencia, el pánico, la destrucción. Suenan disparos, helicópteros, animales, huele a napalm mientras diluvia extramuros. Todo es Babel, nada es esperanto. Pero, de repente, nace una luz, una luz que es una paz que nunca se apaga, y lo hace en forma de aria, un aria muy Puccini, pero en clave pop. La iraní LADAN parece Maria Callas rediviva. Sarah Lee Guthrie acaricia el futuro con su voz, sus gestos y su mirada infinita, y se convierte en la gran revelación de la noche. Estrella Morente, más grande y contenida que nunca, recupera el eco de su padre y de Federico García Lorca llenando de quejíos y duelos el espacio y los corazones. Lola Jiménez aka LaLola, patrimonio local de la humanidad, traduce el sentimiento a nuestra voz, a cada acento. Junto a ellas, llegada desde Suecia, la garganta de Svalarna regurgita el dolor del norte de Europa. Shira Golán, Valentina Levchenko, la exploradora celeste madrileña R.U.T, Amy Scott-Samuel y la soprano Auxi Belmonte completan este once ideal, porque alguna de ellas vale de verdad por dos. En la esquina derecha, la apabullante brasileña Luna La Hara hace suya la guitarra española, codo a codo con la elegancia de Teresa Jiménez. Una y otra reman las cuerdas y despliegan las velas, porque saben que el flamenco es el verdadero mar. Al fondo, el permanente hombre en la sombra, Javi Suze, abre todas las aguas. Los bombos parecen bombas. Los tambores ya no son de guerra, sino de paz.

Lola Jiménez, R.U.T, Estrella Morente y Shira Golán: satisfacción conjunta. Foto: Concha Vacas
Lola Jiménez, R.U.T, Estrella Morente y Shira Golán: satisfacción conjunta. Foto: Concha Vacas
El escenario está lleno de ángeles. Ángeles y arcángeles que hacen posible este milagro. Si realmente existe el cielo, tiene que ser algo muy parecido a esto. Para finalizar, los niños y adolescentes del Coro de la Escolanía de Córdoba, ataviados al puro estilo Palomo Spain, aportan el aliento del mañana. Y mientras tanto (¡mientras tantísimo!), todo el tiempo, desde el córner izquierdo, Fernando Vacas mueve las teclas. Las de su piano y las de este evento impagable, de balde, generoso, incorrecto, pacifista, casi surrealista pero, en el fondo, real. ∎

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