Gran expectación en la gira reciente de
Eels. Pero, hay que decirlo, no cumplió las expectativas. Nos alegramos de que Mr. E sea capaz de divertirse haciendo digno rock sureño con esa banda a lo ZZ Top, o festivo
groove negro endurecido, pero en ese registro, por mucho que actúe con la eficacia de un tipo orientado hacia la buena música de toda la vida, resulta irrelevante. Donde de verdad conmueve es en las distancias cortas: temas crudos y voz afónica en primer plano.
“Life is funny / but not ha ha funny”, cantó una vez.
Depresivo oculto sobreactuando con un atuendo estrafalario (embutido en un mono; barba que parece de broma, gafas y pañuelo en la cabeza, como escondiendo su rostro del mundo, o poniendo distancia con él), Mark no debería vulgarizar o convertir en estrambótica esa faceta desgraciada que él ha sabido personalizar, sino optimizarla para conseguir ser tan grande como su problemático ego sugiere.
Recordemos que es el autor de ese involuntario libro de autoayuda que ha impresionado a todo el mundo, fan o no de Mr. E, y que incluso ha hecho reconsiderar la valía del proyecto musical Eels a partir de esos trazos de vida hechos canción, la canción de una vida miserablemente torcida en lucha permanente contra la verdadera mala suerte que le explosiona una y otra vez en la cara. Llegando tarde a despedidas que no pudieron ser, a últimos deseos incumplidos, a inoportunos chistes fatales…
Y es que airear por escrito las
“Cosas que los nietos deberían saber” (2008; en España: Blackie Books, 2009) es lo que ha permitido a Mark Oliver Everett sobrevivir al designio fatalista de un decorado dramático más allá de toda lógica. Directo a la yugular, conmueve su valiente exhibicionismo emocional mostrando sin reparos su inseguridad permanente, quizá el único remedio contra el dolor y la humillación de sentirse en el justo centro de la autodestrucción, la ajena y la propia; ambas empozoñan de recuerdos trágicos el motor de la amarga existencia que le ha tocado sufrir. También hay humor (negro, claro), que alivia ligeramente el trago de verse tan mal y explicarlo tan bien. Habla el superviviente de una cruenta batalla contra los elementos en la que, a pesar de lo explícito de tantas bajas emocionales, nunca perdió la dignidad del artista libre. Lo que finalmente salvó su vida.
En primera instancia, el valiente disco
“Electro-Shock Blues” (1998), inspirado en el dolor que le provocó el suicidio de su hermana y la enfermedad terminal de su madre, sirvió como apresurada primera terapia curativa, que continuó años después con su otra cumbre, el doble
“Blinking Lights And Other Revelations” (2005). El posterior repaso
“with strings” a su enorme repertorio engrandeció su punto de vista artístico y resituó a Mr. E como un tipo especial con fundamento al que admirar y del que esperar siempre cosas buenas… No debería perderse eso, Mark. ∎