Aunque hubo otros fotógrafos que retrataron a David Bowie en los setenta, Brian Duffy (1933-2010) es el hombre detrás del rayo y la imagen de “Aladdin Sane” (1973). Pero, además, siendo también el creador de la portada de “Lodger” (1979), replanteó en sucesivos trabajos lo que podía ser el arte gráfico de un álbum. Todo esto y más está en la exposición “Bowie Taken By Duffy”, hasta el 25 de junio en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.
Brian Duffy fue un fotógrafo británico de moda y tendencias que desarrolló su trabajo desde los años cincuenta, pero sobre todo en torno a las décadas de los sesenta y los setenta. Sus reportajes sobre el swinging London le granjearon la fama necesaria para que terminara encontrándose con el Bowie Ziggy Stardust, al que tuvo ocasión de retratar antes de que este le terminara encargando la portada de “Aladdin Sane”. Después vendría el reportaje sobre la película “El hombre que cayó a la Tierra” (Nicolas Roeg, 1976) y las portadas de “Lodger” y “Scary Monsters” (1980). Abandonó la fotografía en 1979 y no lo hizo a medias, sino que trató de quemar sus negativos en una hoguera. Pero debido al humo tóxico que generó se produjeron quejas entre sus vecinos y se consiguió salvar parte del material que hoy se exhibe, sobre todo gracias a la labor de archivo del hijo de Duffy.
Después, la preceptiva tienda de la exposición en la que no hay como en otras ocasiones un vinilo especial conmemorativo, sino una colección de literatura gráfica y restos de la oferta discográfica actual del legado multinacional de Bowie, en la que encontrarán goce los fans más completistas.
En 2017 ya se pudo disfrutar en Barcelona de “David Bowie Is”, una exposición pantagruélica a la que se podía pedir poco o nada más sobre la figura del artista. Por eso “Bowie Taken By Duffy” tiende a palidecer en comparación, pero aunque sea una emoción posible para los visitantes de los dos eventos, en la intención y el acercamiento a ambas figuras están las claves. En esta ocasión hay mucha menos música acompañando porque se busca resaltar y analizar unas imágenes que también trascienden el contenido sonoro para el que se habían tomado. Tampoco está todo aquel Bowie de los setenta, cuando parecía la medida de casi todas las cosas. Del protopunk al funky-soul y de ahí al kraut, al ambient y otras experimentaciones para terminar recalando en la new wave y el pop. Por eso aquí hay fogonazos puntuales de genio por ambas partes que, sin embargo, son suficientes para establecer un esqueleto bastante consistente de las corrientes que movieron aquella década que se practicó el harakiri en tantas ocasiones, y de la que todo el mundo pareció querer salir corriendo a pesar de que aún hoy se le deba tanto. ∎
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