Diego Trelles Paz (Lima, 1977) regresa al bar de El Chino, ya presente en “El círculo de los escritores asesinos” (2005), y lo convierte en el epicentro de una encrucijada de personajes que en la torrencial narrativa de “La lealtad de los caníbales” ven sus vidas cruzadas en una novela coral que tiene en “La colmena” (1950) de Camilo José Cela su declarado punto de referencia.

Lima es el espacio psicogeográfico que le sirve al escritor peruano para mirar con lupa el acontecer de una serie de personajes que reflejan las tensiones, los miedos y las pulsaciones del país andino. Escuadrones de la muerte, trols fujimoristas, policías corruptos, sacerdotes catalanes, una migrante colombiana que huyó de su país para escapar del narco, empresarios enriquecidos de forma oscura, camareros al acecho de venganzas, una mujer enigmática que intenta olvidar un pasado traumático: todos peregrinan por senderos que se entrelazan para fijar el daguerrotipo de un Perú en permanente estado de crisis golpeado por la violencia política y militar, el clasismo, los abusos de la Iglesia, la cocaína, el racismo y el machismo más descarnado.

“La lealtad de los caníbales” –título de la “gran novela peruana” que planea escribir el joven trol adicto al porno MILF– va moviendo sus piezas en un juego literario (y meta: algunas reflexiones del narrador sirven para tomar distancia sobre la perspectiva de esta “comedia humana”) fascinante que conjuga violencia y humor, ternura y atrocidad feroz con toneladas de referencias cultas –atención a las observaciones librescas del Chino Tito– y pop(ulares) –de Scorsese a Whitney Houston, de Los Shapis a The Clash, de Lola Flores a Robert Forster, de Romeo Santos al thrash metal– para crear una gran sinfonía polifónica que en algunos tonos puede remitir a varias leyendas de la narrativa latinoamericana –Cabrera Infante, Manuel Puig, el inevitable Bolaño– pero que resuena con una poderosa y exclusiva voz propia. ∎