Jayne County dice sentirse cómoda con la etiqueta de “madre del rock transgénero”. Desafió la convencionalidad desde su pueblo natal en la América sureña hasta llegar a Berlín, a la Nueva York del circo Factory y a Londres, en plena gestación del circuito punk. Su autobiografía, “Man Enough To Be A Woman” (1995), llega ahora en español –con traducción de Ibon Errazkin y Tito Pintado– rescatada por el Colectivo Bruxista tras su recuperación en inglés el año pasado, más de veinticinco después de su publicación.
La infancia de Wayne Rogers en Dallas, Georgia –ocho mil habitantes y un semáforo, calles de tierra que se inundaban con la lluvia–, en una familia crónicamente desestructurada –abuelo alcohólico, madre extremista-fundamentalista– es casi una novela grit lit. “Hay pocas cosas más salvajes que una travesti sureña enloquecida”, asegura Jayne. De escándalo en escándalo, con la pura provocación por diversión y bandera, y tras asustar a los “sólidos” de su pueblo (tan asustados estaban que no tenían ni tiempo para atacarnos, explica), encontró su espacio en la Nueva York prepunk, donde su vida despegó hasta convertirse en una figura de culto marginal.
Autoeducada en el mejor rock, los grupos de la British Invasion y el folk-rock político, mientras empezaba a formar su identidad sexual, Wayne se convirtió en Jayne, una forma de alcanzar el clímax, la expresión máxima de la personalidad junto a lo más selecto del underground neoyorquino. Entre la androginia de moda y la identidad transexual, su puesta en escena escandalosa, provocadora y absurda (como un vestido de condones), con sus grotescas indumentarias en la onda New York Dolls para echar atrás a los mismísimos Bolan y David Bowie, contribuyó a definir la estética punk incluso antes de que el género tuviera nombre. Para Bowie, precisamente, van algunas de las puyas del libro (muy lejos de ser, por lo general, un ajuste de cuentas). De la primera estrella del rock abiertamente sexual, de la que le decepcionó su pelo largo y sus ropas folkies en su primer encuentro, afirma sin tapujos que Ziggy Stardust nunca hubiera existido de no ser por su influencia.
En una Nueva York en revuelta continua, entre la poesía torturada de Patti Smith, las gamberradas de los Ramones y el glamur callejero de los Dolls, dio sus primeros pasos en el Teatro del Absurdo. Convivió con célebres drags como Candy Darling, Holly Woodlawn o Jackie Curtis (luego en “Walk On The Walk Side” de Lou Reed), estuvo en la revuelta de Stonewall, era una habitual de CBGB, pinchaba en el Max’s Kansas City… Cuando los Dolls inventaron el glitter rock, allí estaba Wayne County con Queen Elizabeth. Cuando el punk estalló en Londres, allí estaba Wayne County con The Electric Chairs. Giró con The Police por Europa. Participó en “Pork”, la primera y única obra de teatro de Andy Warhol, y aparecería en “Jubilee” (1978), la película de Derek Jarman.
Editado originalmente con la colaboración del periodista Rupert Smith en 1995, las ediciones actuales cuentan con un epílogo escrito por Jayne/Wayne. Pensamientos con todavía mayor perspectiva en los que reflexiona y duda sobre la identidad de género, los conflictos de la fragmentación identitaria contemporánea y el porqué de la no culminación de su proceso de transformación. “Man Enough To Be A Woman” es una autorreivindicación en su punto justo, una enseñanza de vida sin moralina, la documentación de una vida gloriosamente queer pero repleta de ternura, inocencia y vulnerabilidad. ∎
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