Libro

Olga Tokarczuk

Los libros de JacobAnagrama, 2023

03. 04. 2023

Publicada originalmente en 2014, “Los libros de Jacob” (“Księgi Jakubowe”; Anagrama, 2023) siempre ha sido considerada una de las novelas más sustanciosas de Olga Tokarczuk (Sulechów, 1962), si no la que más. Desde luego, ya solo por su volumen, un tocho de más de mil páginas, lo que tenemos aquí es el esfuerzo más ambicioso de la premio Nóbel en 2018.

Semejante esfuerzo narrativo es una recreación de la vida de Jacob Frank (personaje real que en el Siglo de las Luces se autoproclamó Mesías) para la cual Tokarczuk llevó a cabo un inmersivo trabajo de documentación.

Como no podía ser de otra manera, no estamos ante una simple enumeración de hechos sin más. La escritora originaria polaca nos sumerge en una lectura desbordante de lo que podríamos entender como un híbrido entre los efluvios filosóficos de W. G. Sebald y la imaginería kafkiana del gran Adam Bodor. Todo filtrado a través de una capacidad innata para enfocar lo fantástico desde una mirada costumbrista tremendamente empática.

En su cuaderno de estilo, Tokarczuk nos arrastra por una megadescripción de una era histórica trazada de Polonia a Viena, del Imperio Otomano al de Habsburgo. Y lo hace a través de un fresco histórico que, con cierta lógica, ha llegado a ser comparado con “Guerra y paz”, de Tolstói. Sin embargo, lo que resplandece en el universo descrito en este novelón (léase desde el cariz positivo del término) es la sensación de estar ante una Gran Ópera Egipcia literaria que, finalmente, resplandece como un capítulo perdido de la Historia. Y somos testigos de la locura de un ser como Jacob Frank, espectadores de un trasiego hiperbólico a través de las diferentes religiones a las que se adhirió en su momento, además de su secta, por la cual fue acusado de hereje en su momento. Es en puntos no tan claros de la veracidad de su guion vital donde Tokarczuk se defiende con mayor libertad con el fin de ofrecernos una mirada distante pero tremendamente armada de lógica en unas suposiciones que tampoco evitan el sarcasmo; sin duda, una de sus características principales, que ella mide con precisión quirúrgica para equilibrar los activos literarios del concepto novelesco ante el poso filosófico e histórico, presente en todo momento.

El carrusel de personajes que puebla estas páginas vive del medido excentricismo, de tal modo que la irreverencia siempre está revoloteando en el ambiente. En realidad, lo que aflora en todo momento es ni más ni menos que un péplum tragicómico de tintes canterburianos. Poética chauceriana de la vida que también resplandece en un tobogán divertidísimo. Humor inteligente para saciar las necesidades expresivas de una autora que no esconde su voz en ningún momento a la hora de introducirla en las preguntas que se hacen los protagonistas de su novela, o en su forma tan natural de forjar un diálogo subyacente con el lector de todo lo que está viendo pasar página tras página. Lo que se entiende como un acto mayor literario solo digno de quien es capaz de expresar genio sin necesidad de utilizarlo desde una mirada altiva. En este caso, toda una hazaña fabulosamente editada para la ocasión –posfacio de Abel Murcia, traducción de Agata Orzeszek y Ernesto Rubio–, con ilustraciones que dotan de un jugoso cariz histórico a una novela que, precisamente, pone en tela de juicio la historia (des)conocida de la vieja Europa. ∎

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