Goldstein Now es el nuevo proyecto impulsado por el multinstrumentista vasco Julen Palacios Urquiaga –La Familia Atávica, Los Cuantos, The Black Lennons– junto con el cantante sueco (aunque afincado casi permanentemente en España desde 2002) Kim Warsen –Los Cuantos, Ginferno, War San–. Si os habéis fijado bien, deberíais haber notado que ambos trabajaron en Los Cuantos, con Gloria March, Adrián Ceballos y el legendario guitarrista logroñés Javier Colis. Y Palacios ha formado parte de otras dos bandas impulsadas por Colis: Las Malas Lenguas y La Femme Fakir. Resumo: son gente en los límites de la comercialidad. No por decisión premeditada –a Palacios una de las bandas que más le entusiasman es The Beatles, pero me temo que le gustan más los de “You Know My Name (Look Up The Number)” o “Revolution 9” que los de “Love Me Do” o “Let It Be”–, sino porque es por ahí por donde les ha guiado el destino. Nadie dijo que la vida fuera fácil, si no te gustan los caminos trillados.
Después de sus colaboraciones anteriores ya periclitadas, Palacios y Warsen se encontraron distanciados por miles de kilómetros cuando se pusieron a trabajar en “The Doublethink”, el debut de Goldstein Now: el primero en El Cairo (aunque actualmente vive en Nuevo México) y el segundo en su Suecia natal, en Sessebro, al sureste del país escandinavo. Pero la distancia emocional y estilística no existe cuando la tecnología acompaña, como es el caso.
El nuevo dúo se define en su hoja de promoción como “lo-fi psicodélica”. Han eliminado los aspectos en los que, tal vez, coincidían menos –el jazz de Warsen; el blues a lo Captain Beefheart, en el caso de Palacios– y se han centrado en lo que les une de verdad: un proyecto de musicalidad atávica, que bebe de fuentes que fueron vanguardia en los setenta (Pere Ubu, Renaldo & The Loaf). La buena noticia es que lo siguen siendo (vanguardia, se entiende), porque gran parte de los logros y atrevimientos de aquella época no han podido ser superados casi cincuenta años después.
La balanza se ha inclinado musicalmente un poco más del lado de Palacios y unos referentes fundamentales que tienden hacia lo oscuro: los momentos más dramáticamente siniestros de tres formaciones como The Residents, Snakefinger y los ya citados Renaldo & The Loaf. Música con melodías como de juguete, sofisticada en su pura sencillez, pero con la suficiente turbidez como para que no resulte graciosa… sin que eso signifique exenta de humor.
Hay gran variedad de matices a lo largo de los catorce cortes que integran el álbum: desde electrónica turbia y densa (como la que puede caracterizar a Felix Kubin, Alex Smoke o al dúo The Duke St. Workshop) a algo que puede asemejarse al blues áspero de Blind Mouths Eat. Pero, sobre todo, lo que destaca son las ululantes guitarras, generando infinidad de ambientes malsanos y enrarecidos que podrían formar parte de una banda sonora alternativa de “Twin Peaks” en la que, en vez de Julee Cruise, encontráramos el contrapunto ideal en la voz de Kim Warsen, que este emplea como si se tratase no de un cantante, sino de un actor recreando pesadillas oníricas de lo Lovecraft o Poe, como un Vincent Price del siglo XXI. ∎
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